El feminicidio es la expresión extrema de la violencia que ejercen los hombres contra las mujeres y es clave frasearlo así: “¡la violencia que ejercen los hombres!”, porque a menudo en los medios se omite al perpetrador, el hombre que comienza por celar a una mujer y termina por asesinarla.
En el camino están el abuso, la esclavitud sexual, el fetichismo, la pornografía, el derecho de pernada, la venta de niñas, el matrimonio infantil, la pederastia, el abuso doméstico, los ataques con ácido, la desfiguración, la trata, la violación, el uxoricidio, las quemadas, la mutilación genital, la esterilización forzada, el tráfico de packs, la ciberviolencia, los crímenes “de honor” y hasta la imposición del aborto, todo, gracias al “ciudadano hombre”.
Violencias materiales y virtuales sufridas por niñas, adolescentes, mujeres adultas, madres, casadas, solteras, viudas, lesbianas o mujeres trans, sin mucho distingo y en todos los casos, cometidas por nosotros los hombres, quienes por comisión u omisión compartimos la responsabilidad de la existencia de esas taras sociales.
Los hombres violentos no son monstruos sino por el contrario, se trata del hombre común, el promedio, el buen ciudadano que, en un arranque de ira o en medio de una borrachera, comete esas violencias aprendidas en su contexto social, por una formación donde lo común es el machismo.
El feminicidio se define o tipifica en el Código Penal Federal, en el artículo 325, como el crimen en que:
1. La víctima presente signos de violencia sexual de cualquier tipo (como la mujer a la que asesinaron los hermanos Santos y Albertino Osorio en Valle de Bravo).
2. A la víctima se le hayan infligido lesiones o mutilaciones infamantes o degradantes, previas o posteriores a la privación de la vida o actos de necrofilia (como la tentativa de homicidio en contra de María Elena Ríos, con ácido en el rostro).
3. Existan antecedentes o datos de cualquier tipo de violencia en el ámbito familiar, laboral o escolar, del sujeto activo en contra de la víctima (como en el caso de Abril Pérez Sagaón, cuyo esposo está acusado de autor intelectual del asesinato).
4. Haya existido entre el activo y la víctima una relación sentimental, afectiva o de confianza (como en el caso de Jetzibé Patricia, joven de Nayarit quien denunció por violencia a su ex novio y terminó asesinada junto con su hijo).
5. Existan datos que establezcan que hubo amenazas relacionadas con el hecho delictuoso, acoso o lesiones del sujeto activo en contra de la víctima (como el caso de América, joven de 17 años, que fue asesinada con 3 meses de embarazo en Puerto Escondido).
6. La víctima haya sido incomunicada, cualquiera que sea el tiempo previo a la privación de la vida (como las hermanas Claudia y Laura, secuestradas en Michoacán y abandonadas muertas en el Edomex).
7. El cuerpo de la víctima sea expuesto o exhibido en un lugar público (como Susana, cuyo cadáver fue tirado a media calle en una carretilla).
Y como ellas más de una decena de mujeres que mueren asesinadas a manos de hombres, todos los días, y cada vez más. En 2016 hubo 647 feminicidios registrados, para 2020 se documentaron 978; al año siguiente mil seis.
Por eso retomemos la propuesta de Sabina Berman de manifestarnos el primer domingo de julio en el Zócalo para exigir un plan nacional contra el feminicidio en México.
Twitter: @hzamarron