Negocios

Pérdida de impulso

El proceso de recuperación de las economías tras la crisis provocada por la pandemia de covid-19 ha perdido su impulso o, más bien, se está acabando el efecto rebote luego de que en 2020 las cifras tuvieran tono de recesión. Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), las economías latinoamericanas sufrirán una desaceleración en 2023, lo que representa que el crecimiento será de apenas 1.3 por ciento promedio. Los países que tendrán contracciones son Chile y Haití, con -1.1 por ciento y -0.7 por ciento respectivamente, en tanto Venezuela (5 por ciento), República Dominicana (4.6 por ciento) y Paraguay (4.0 por ciento) tendrán los mejores indicadores de crecimiento.

En el caso de México, la Cepal estima que este año tendrá un repunte de 1.1 por ciento, cifra que representa una desaceleración frente a los resultados de 2021 y 2022. Es algo que ya se veía venir: el efecto rebote pintaba la cifras de recuperación con matices elevados debido a que la comparación se hacía frente a la crisis de 2020, cuando las economías fueron muy afectadas por el confinamiento, la paralización de actividades y la disminución de la demanda a nivel mundial. En otras palabras, seguimos caminando para emerger de la crisis pero lo hacemos con menor impulso, con piernas cansadas y un ritmo más cansino.

La desaceleración de la economía no es algo novedoso debido a que los motores internos no suelen tener todo el impulso necesario. Más bien se depende del impulso exterior, de lo que pase con la economía estadounidense, de su demanda de productos, de las exportaciones a dicho mercado, así como de las remesas y de los turistas. Cuando las variables externas pierden impulso, el impacto es directo. Y esto debemos ubicarlo en un problema que lleva décadas: el crecimiento promedio en más de 30 años apenas ha sido del dos por ciento al año, lo cual es insuficiente para una economía grande que necesita generar riqueza para disminuir los niveles de pobreza y desigualdad.

Los pronósticos de la Cepal nos indican que este año será como una cuesta de enero extendida en el tiempo en la que se crecerá poco y los precios se mantendrán altos. Cuando se frena el crecimiento, los efectos se perciben en la disminución de la cantidad de empleos nuevos en el mercado, en las escasas posibilidades de incremento de salarios e ingresos, así como en un aumento de las condiciones de precariedad del trabajo. Y como consecuencia, sobre todo en nuestros países latinoamericanos, tenemos que con esto es muy difícil mejorar las condiciones de vida de las personas y, por lo tanto, la tendencia es que la pobreza se mantenga en millones de hogares.

Con economías que pierden impulso en un contexto de recuperación, el gran problema de fondo sigue siendo cómo hacer que los motores internos generen empleos, oportunidades, riqueza y apoyos para las personas, sobre todo para las que más lo necesitan: las que viven en la pobreza, en condiciones de vulnerabilidad y precariedad. El impacto fuerte de la desaceleración está en lo social.

Por Héctor Farina Ojeda


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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