Uno de los puntos en los que hay que centrar la atención en tiempos de tormenta es el empleo. Con la guerra comercial desatada por los aranceles de Estados Unidos no solo se vinieron abajo las proyecciones de crecimiento económico de una buena cantidad de países sino que inmediatamente se vieron afectadas las inversiones y con ello una larga cadena que termina golpeando directamente la generación de puestos de trabajo.
Antes de la turbulencia arancelaria, las proyecciones de crecimiento promedio de los países latinoamericanos era de 2.5 por ciento en 2025, de acuerdo a la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal). Esto ya era insuficiente y ahora, con tanta agitación en los mercados, las perspectivas son raquíticas. Un ejemplo de ello es México, cuya expectativa de crecimiento para este año era de aproximadamente 2 por ciento pero que ahora apunta a tener un crecimiento nulo o incluso una recesión.
El mercado de trabajo latinoamericano es frágil y vulnerable, con una mayoría de empleos precarios e informales. El informe Panorama Laboral 2024 de América Latina y el Caribe, realizado por la Organización Internacional del Trabajo (OIT), dice que el desempleo en la región es de 6.1 por ciento y que los empleos generados en la última década han sido insuficientes. Del total de trabajadores latinoamericanos, cerca de la mitad (47.6 por ciento) se encuentra en la informalidad. Es decir, trabajan sin estabilidad, sin seguro, sin prestaciones y sin certezas.
Además de la informalidad y la precariedad, la OIT señala que persisten problemas de desigualdad de género y de elevados niveles de desempleo juvenil. Las mujeres no solo tienen una menor participación en el mercado laboral (52.1 por ciento frente al 74.3 por ciento de los hombres) sino que en promedio también ganan un 20 por ciento menos. A las mujeres les cuesta mucho más conseguir un empleo y cuando lo consiguen ganan mucho menos que los hombres. Y los jóvenes tienen una tasa de desempleo tres veces superior al desempleo general.
En un contexto internacional sacudido por los aranceles, la guerra comercial y la incertidumbre, no solo nos enfrentamos a niveles reducidos de dinamismo económico sino a la disminución de las inversiones y a la insuficiente creación de puestos de trabajo. Un ejemplo lo tenemos en el caso de México que en el mes de febrero perdió 276 mil empleos, de acuerdo a los datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo. Si no hay suficientes empleos formales, seguramente crecerá la ocupación informal y como resultado sabemos que esto no ayuda a disminuir la pobreza ni mejorar las condiciones de vida de millones de personas.
La gran pregunta es cómo incentivar la generación de empleos de calidad en tiempos de tormenta. Y para ello habrá que apostar al dinamismo interno, a la inversión en obra pública, en infraestructura y buscar todos los incentivos para contrarrestar la incertidumbre. No es solo una cuestión de aranceles sino del trabajo: hay que proteger los empleos y los ingresos porque la gente depende de ellos.