La presión de la inflación ya no puede considerarse como un fenómeno transitorio sino que ya genera alertas a nivel mundial, sobre todo en las economías emergentes como México. En el mes de septiembre superó la barrera del 6 por ciento, duplicando la meta fijada por el Banco de México como ideal. Pero no es sólo una cuestión de indicadores, sino que la suba de los precios de los productos de consumo básico tiene un impacto especial en los sectores populares, en donde la recuperación sigue siendo lejana y en donde los indicadores de generación de riqueza siempre parecen datos de otra película, de otro contexto y de otro tiempo.
En una economía que tiene a la mitad de la población en situación de pobreza, un aumento considerable de precios en el gas de uso doméstico, las tortillas, los aceites, las verduras y otros productos de consumo básico representa un golpe directo a la calidad de vida de muchas personas. En el contexto de una recuperación dispar, los empleos se están recuperando lentamente pero no así los ingresos; y al mismo tiempo el costo de vida se encarece con mucha rapidez. Mientras unos deben tener paciencia para conseguir un trabajo, comenzar a generar ingresos y pagar deudas, la realidad del consumo es que no se puede esperar para comprar lo esencial, los alimentos, eso mismo que tanto está subiendo.
En medio de buenos indicadores de recuperación, como el hecho de que en el mes de octubre seguramente se recuperarán todos los empleos que se perdieron en la pandemia y que se pronostica que la economía crecerá por encima del 6 por ciento en 2021, la situación interna de la recuperación se parece a una cuesta de enero extendida en el tiempo. A lo lejos, un cartel que augura un buen crecimiento y un retorno a los niveles prepandémicos; de cerca, los anuncios de precios remarcados en constante ascenso. La suba de los precios corre más que la recuperación de los ingresos.
Como sabemos, las economías latinoamericanas son muy desiguales y esto se nota en condiciones muy distintas para las personas. Mientras los ricos ya se han recuperado de la crisis pandémica, los que menos tienen no sólo no se han recuperado sino que han empeorado su condición. La pobreza se ha profundizado en una América Latina de la precariedad, por lo que cada alimento que sube de precio, cada producto básico que se encarece, representa una pérdida directa no solo en cuanto a consumo sino en cuanto a posibilidades reales de salir de la crisis.
Si en México la economía crecerá por encima del 6 por ciento, en tanto la inflación también estará por encima del 6 por ciento, no se trata de un cálculo simple de que el costo de vida se encarece en la misma proporción que se genera la riqueza. Los matices de la desigualdad indican que la riqueza se concentra en un pequeño sector, mientras que la inflación golpea a la mayoría de la población. No sólo hay que preocuparse por la inflación sino por nivelar el escenario y por hacer que la recuperación, los empleos, los ingresos y el poder adquisitivo lleguen a donde realmente se necesita.
DESTACADO: Los matices de la desigualdad indican que la riqueza se concentra en un pequeño sector
Héctor Farina Ojeda