Negocios

La precariedad latinoamericana

Una de las sensaciones económicas más recurrentes en América Latina es la de estar a merced de cualquier eventualidad. La precariedad en la que se vive se nota en los empleos, los ingresos, los emprendimientos, los proyectos de futuro e incluso en el éxito. Conseguir un buen trabajo, tener un buen ingreso o salir de la pobreza son logros que se enfrentan a las condiciones de un escenario frágil. En cualquier momento, con algún imprevisto, se corre el riesgo de que las bonanzas transitorias se esfumen y que los efectos negativos sean muy difíciles de sobrellevar.

De acuerdo al más reciente informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), la pobreza en los países latinoamericanos ha disminuido en los últimos años pero no así la desigualdad. Los datos indican que la pobreza volvió a los niveles que se tenían en el año 2014, luego de que en la pandemia de covid 19 se incrementó en 5 por ciento: actualmente hay 172 millones de personas en condición de pobreza, de las cuales 66 millones no pueden acceder a una canasta básica, es decir que se encuentran en pobreza extrema. En 2023 la pobreza era del 27.3 por ciento, mientras que en 2022 el porcentaje era de 28.8 por ciento y en 2020 era de 32.3 por ciento.

Si bien las cifras indican una leve mejoría en los resultados del combate a la pobreza, la cuestión de fondo es que persiste una elevada desigualdad -con gente que se hace más pobre y ricos que se hacen más ricos- y que la movilidad social es muy limitada. En términos prácticos, mediante las mediciones oficiales que se realizan para dar cuenta de quién sí y quién no vive en la pobreza se traza una frontera que es extremadamente fina, lo cual indica que millones de personas que “abandonaron” la franja de pobreza en realidad están vulnerables, en situación precaria y que por perder el empleo, por un recorte en sus ingresos, por enfermedad o por una mala coyuntura pueden regresar ipso facto a la condición de la que según estadísticas ya salieron.

La precariedad laboral, la informalidad que supera el 50 por ciento, la insuficiente generación de empleos formales y de calidad, así como la enorme dependencia que se tiene de pocos rubros y pocos mercados generan una situación de escasas certezas para que la gente se asegure un futuro aunque sea cercano. Y si a esto le sumamos el escenario de incertidumbre generado por las guerras, los aranceles de Estados Unidos, los tambores de guerra comercial internacional y las trampas de crecimiento que limitan a América Latina, entonces tenemos una situación en la cual los avances están sujetos con pinzas.

Uno de los grandes retos que tenemos es construir economías menos precarias, menos dependientes de factores externos y con dinamismos propios que generen crecimiento desde dentro. Y para economías fuertes, necesitamos no sólo la recuperación de los empleos de calidad y los buenos salarios sino apuntalarlos con educación de calidad y con la formación de generaciones más preparadas y más listas para enfrentar tiempos de incertidumbre y conflicto. La precariedad siempre nos trajo malos resultados. Hay que probar lo contrario.


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Héctor Farina Ojeda
  • Héctor Farina Ojeda
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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