Cuando las tecnologías aparecen y demuestran un gran potencial de cambio, los tecnooptimistas piensan que los grandes cambios serán benéficos para la mayoría de las personas y que esto seguramente representará una mejoría importante. Los tecnopesimistas, en cambio, ven riesgos, amenazas y la profundización de los problemas ya existentes. Y, entre pros y contras, los tecnocríticos buscan analizar cada fenómeno tecnológico con una mirada crítica, con criterios estrictos, para poder establecer a qué potenciales, qué beneficios y qué riesgos nos enfrentamos.
Si pensamos en la gran transformación que representan las inteligencias artificiales en el contexto de la economía, lo primero que debemos hacer es ubicar este proceso en el contexto latinoamericano: nos encontramos en la región más desigual del mundo. Y, por lo tanto, pese a que se trata de una oportunidad importante para el desarrollo, la Inteligencia Artificial también genera el riesgo de que se exacerben las desigualdades ya existentes. Tenemos problemas de desigualdad, de rezago y mala calidad educativa, y de un acceso a la tecnología muy disparejo.
En una región en donde la concentración de la riqueza se da en pocas manos mientras que la mayoría de las personas vive en condiciones de pobreza y precariedad, el acceso desigual a la tecnología siempre fue una limitación. El uso de las computadoras, la aparición de internet con su promesa de democratización, la digitalización de la educación y la economía, la irrupción de la Inteligencia Artificial… cada salto tecnológico representó un avance y al mismo tiempo un ensanchamiento de la brecha de la desigualdad. Una buena parte de la población no puede sacarle provecho a las tecnologías porque no tiene acceso ni la educación suficiente.
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) estima que el 25 por ciento de las actividades laborales podrían ser automatizadas en la próxima década. En tanto el Foro Económico Mundial apunta hacia empleos del futuro vinculados a la Inteligencia Artificial, a la ciencia de datos y las habilidades digitales. El mundo económico y los empleos están siendo transformados en forma acelerada y esto requiere una evolución de los saberes y las habilidades para ajustarse a la demanda de los tiempos.
Frente a este escenario, América Latina no sólo se enfrenta al problema de la brecha de habilidades sino a la urgencia de tratar de nivelar la cancha para disminuir la desigualdad. Y para enfrentar la urgencia no sólo hay que invertir más en enseñar habilidades sino en recuperar la escuela pública como un bastión para minimizar la desigualdad, por un lado, y para fortalecer la educación con miras al futuro. La educación pública tiene el potencial de combatir la desigualdad al favorecer el acceso universal, equitativo, independientemente de las condiciones socioeconómicas o la ubicación geográfica. El reto latinoamericano es crítico y comienza con potenciar la educación pública de calidad para poder sacarle provecho a las tecnologías.