Negocios

El empleo, el punto crucial

El empleo sigue siendo uno de los grandes problemas por resolver. Actualmente hay 2.1 millones de personas que no tienen trabajo, lo que representa un desempleo de 3.6 por ciento, según los datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) correspondientes al tercer trimestre de 2019. Si comparamos los datos con el mismo periodo del año anterior, hay un incremento de 0.3 por ciento en la tasa de desempleo, en tanto hay 213 mil personas más sin trabajo que en 2018. Y del total de personas que trabajan, debemos poner una especial atención en las que se encuentran en la informalidad: 31.2 millones, equivalente a 56 por ciento de todos los trabajadores.

El mercado laboral tiene años sin poder atender la demanda: no se da abasto para generar suficientes oportunidades para los que buscan trabajo y no lo tienen, así como tampoco es una buena puerta de acceso para los jóvenes que buscan su primer empleo. Mientras se requieren 1.2 millones de empleos nuevos por año para atender la demanda, la realidad es que en la última década se llegó -con suerte- a la mitad, lo que implica que las personas que no encuentran trabajo en el mercado formal tienen la opción de la informalidad -sin seguro, sin prestaciones y sin estabilidad- o de la migración. Precisamente, son las ocupaciones informales, inseguras, inestables y con ingresos precarios e inciertos las que más absorben a los desempleados.

Y detrás de la insuficiente cantidad de empleos y de la informalidad se enquista la precariedad laboral: trabajos mal pagados, sin contrato, fugaces, sin seguridad, sin estabilidad y sin la posibilidad de construir y crecer. La precariedad del empleo es una tendencia internacional muy fuerte que rompe con la proyección y la confianza de los trabajadores: no ganan lo suficiente, no tienen certezas para invertir, para endeudarse a mediano y largo plazo, para emprender o proyectar. Siempre los acecha el riesgo del despido, de la exclusión del mercado laboral, del recorte de ingresos, de la caída de proyectos o incluso de la desaparición de oficios enteros. Desde hace décadas tenemos mercados laborales precarios y ahora esto se agudiza con la amenaza de la automatización y el reemplazo de mano de obra por tecnología.

La preocupación por el empleo apunta a una cuestión fundamental: se requieren oportunidades para que la gente reciba ingresos y pueda mejorar su condición de vida. Vivimos en un país que tiene 52.3 millones de personas en condición de pobreza, de acuerdo a los datos del Consejo Nacional de Evaluación de las Políticas del Desarrollo Social (Coneval), en tanto 2.1 millones no tienen trabajo y muchos otros trabajan pero no ganan lo suficiente. La pregunta obligada es si con las perspectivas de crecimiento para 2020 (1.2 por ciento) hay probabilidades de mejorar en el empleo.

No estamos ante un buen panorama, por lo que la recuperación del empleo dependerá en gran medida de la inversión pública en obras de infraestructura y, fundamentalmente, de la confianza y la inversión privada. Sin empleos no hay ingresos. Y sin ingresos, continúa la pobreza.


@hfarinaojeda

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Héctor Farina Ojeda
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