Negocios

El elevador social y la pobreza

Mientras el Banco Mundial (BM) advierte que la economía mundial tendrá una desaceleración en 2024 y que esto podría convertirse en una trampa para la pobreza en países emergentes, en América Latina sabemos que no sólo se trata de un crecimiento que pierde fuerza sino que nos quedamos en un marasmo al que ya estamos acostumbrados y en el que la desigualdad crece, la pobreza no disminuye y las oportunidades reales de las personas de mejorar su condición de vida son limitadas. Ciertamente preocupa que los pronósticos apunten a que las economías no tendrán grandes repuntes, ya que esto implica que el empleo, los ingresos y la movilidad social se resientan.

En este contexto, uno de los grandes problemas que tenemos en América Latina es que el elevador social, el ascensor o el camino para subir de nivel socioeconómico está descompuesto. Nacer en condiciones de pobreza significa prácticamente mantener esa condición. Un botón de muestra lo tenemos en México, un país en el que el 74 por ciento de las personas que nacen en hogares no pobres no superan la pobreza en su edad adulta, de acuerdo a los datos del Centro de Estudios Espinoza Iglesias. Sólo 4 de cada 100 personas que provienen de la pobreza logran subir al nivel de ingresos más alto.

De acuerdo con la Corporación Andina de Fomento (CAF), la falta de movilidad social agudiza la desigualdad en los países latinoamericanos. En el informe “Desigualdades heredadas. el rol de las habilidades, el empleo y la riqueza en las oportunidades de las nuevas generaciones”, se menciona que algunos factores que impiden la movilidad intergeneracional son la escasez de oportunidades para formar recursos humanos, obtener buenos empleos y juntar activos. Para lograr que la gente tenga oportunidades reales frente a la pobreza hay que mirar el acceso a la educación, la formación profesional, la calidad de los empleos y los ingresos.

La cuestión de la movilidad es esencial en una América Latina que no sólo tiene más de 201 millones de personas en pobreza, sino que ostenta los niveles de desigualdad más altos del mundo. Hay que reparar el elevador social y para ello hay que comenzar por la calidad educativa: cuando vemos que el 23 por ciento de los jóvenes latinoamericanos no tienen educación, formación profesional ni empleo -según datos de la UNESCO- en realidad estamos contemplando a una generación que no tiene chances de salir de la pobreza.

Y a ello debemos sumarle las dificultades de un escenario injusto, en el cual la meritocracia es utópica y no asegura mejores empleos para que los que tienen más preparación o realizan mayores sacrificios.

Si de algo debemos preocuparnos los latinoamericanos es de la movilidad social, de la posibilidad de construir un escenario mejor, una economía más equitativa, un mercado en el que el conocimiento, el trabajo y la dedicación puedan representar el paso hacia una vida menos precaria y con mayores niveles de bienestar. La pobreza no debe ser una cárcel.


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Héctor Farina Ojeda
  • Héctor Farina Ojeda
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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