En algunas partes de China están endureciendo nuevamente las medidas ante rebrotes de la pandemia. En varias zonas de Estados Unidos hay un claro repunte en los contagios del virus. En nuestro país la curva sigue creciendo día con día. El coronavirus no se ha ido. La pandemia no se ha acabado. Esto no es un juego.
Que haya una paulatina y muy necesaria apertura de la economía, no significa relajarnos en términos de las precauciones y las medidas de prevención. Al contrario. Precisamente porque estamos saliendo poco a poco, es que tenemos que hacer más énfasis que antes en cuidarnos. Y la clave de esto, la brújula que tendríamos que utilizar, es la del respeto y la empatía. Es un buen momento para que todos ejercitemos esos valores.
Y es que, consciente o inconscientemente, muchas personas están volviendo a la normalidad tradicional, no a la nueva normalidad. Y parece que conforme pasan los días algunos van dejando a un lado las medidas. Se entiende que todos estamos cansados de esto, y está muy bien que la economía vaya obteniendo algo de impulso, que las distintas industrias empiecen a retomar el rumbo. Pero seguimos en medio de una pandemia sin vacuna y sin medicamentos que directamente ataquen al virus, por lo que hay mucha gente en peligro. Esto no se nos debe olvidar. Eso lo debemos tener presente cada día, todos los días.
“Es que de algo nos tenemos que morir”, dicen algunos como para justificar su descuido. Es cierto, pero la diferencia es que con esta pandemia tenemos formas de reducir las probabilidades de contagio, y no son tan difíciles, solo un poco incómodas.
El uso del cubrebocas, la sana distancia, o no hacer eventos con grupos grandes, pueden causar molestia, pueden requerir de un cierto esfuerzo, pero son ejemplos de respeto y empatía que salvan vidas.
Apunte spiritualis. Nada de eso impide salir de forma ordenada, ni reactivar poco a poco la economía. Pero hay que hacerlo bien. En la balanza, la incomodidad de las medidas vale la pena.