Cuando apoyamos a un equipo de futbol, la racionalidad suele quedar en segundo plano y lo que impera es lo pasional y visceral. El futbol es así y lo sabemos. Es una forma de catarsis. Pero la política no debería ser así porque es un tema más serio y de consecuencias más importantes. Desgraciadamente estas elecciones se están pareciendo cada vez más al futbol, y vemos pleitos que terminan en rompimientos familiares, de amistad, que no aportan nada al desarrollo de nuestro país.
Los datos, los hechos, ya no funcionan muy bien para la discusión civilizada e inteligente. Ya da igual lo que se diga, es difícil tener un debate de altura, y complementar las ideas. No se trata de que la gente necesariamente cambie de opinión, se trata de que independientemente de las posturas, haya actitudes de entendimiento. Y es que uno de los mejores antídotos contra el mal debate es precisamente la empatía: ponernos en los zapatos de los otros.
A ver. Todo sería mucho mejor si los pro-AMLO entendieran a los anti-AMLO y viceversa. Que ambos se dieran cuenta de los buenos argumentos que hay en cada bando y comprendieran las razones. Se entiende el hartazgo, está claro el diagnóstico, porque sí hay un sistema injusto sin piso parejo y con mucha corrupción, por lo que es comprensible ver hacia un nuevo horizonte para avanzar, arriesgar para no quedarse en lo mismo. Pero también se entiende el miedo hacia ese posible horizonte, porque sí hay señales históricas y actuales en nuestro país y en el extranjero de que las consecuencias de tomar el riesgo podrían ser gravísimas, peores de lo que ya tenemos. Entender de verdad los argumentos de todos es clave.
APUNTE SPIRITUALIS. Aun apoyando con mucha fuerza y convicción a un candidato, cualquiera que este sea, se puede ser justo, a través de un verdadero ejercicio de empatía, para no tener que caer en la discriminación o el juicio fácil en una discusión, y entonces poder pasar a los temas de fondo, reales, y poder ver los datos, la ciencia, los hechos.
