Se supone que un discurso terapéutico genuino facilita que la palabra del sujeto emerja, y por ende, se investigue, cuestione, piense y delibere acerca de sí mismo, identificando carencias, necesidades y deseos en pos de la libertad. La función curativa de la palabra que alcanzó su culmen en las terapias dialogales de la Grecia Clásica, mediante la mayéutica Socrática, la epodé, la catarsis trágica y el diálogo terapéutico, han sido sustituidas por las terapias que motivan, "modelan" la excelencia humana, afinan o eliminan nuestros "programas mentales", aplican banales algoritmos, implementan entrenamientos y desarrollan habilidades "blandas" asociadas a la emocionalidad, mismas destrezas que impiden reconocer a los ciudadanos, la sutileza de sus mecanismos de sometimiento y advertir su condición de esclavos.
El discurso terapéutico actual, psicologiza los problemas económicos y sociales, convierte al dolor en una tarea urgente por superar, a la pobreza en una cuestión de actitud y a la depresión la vincula con una estancia cómoda en nuestras "zonas de confort". Pacientes, académicos, docentes, estudiantes, universidades y empresas odian las intervenciones teleológicas y prefieren confirmar el amasiato de las nuevas terapias con las clases dominantes; los verdaderos amos. El pelele actual -ese que busca terapias masturbatorias del Yo- no sabe distinguir entre la falta y el exceso, busca fuentes inmediatas de placer y felicidad sin invertir dedicación o trabajo intenso para ello.
Y allí los tienen, a millones de peleles, certificándose "como un intento de adquirir cierta legitimidad- para acompañar el "desarrollo humano" de otros, prostituyendo a la Psicología, haciendo stand up docente, acartonando la marca "vivencial", vulgarizando el trabajo terapéutico, transgrediendo la dignidad humana, "estirando" ingenuos que pagan miles de pesos a quienes después, se les hace "cara" la psicoterapia basada en la evidencia. Los ven deambulando orgullosos con sus caritas pintadas, paseando disfrazados o semidesnudos por la calle, caminando sobre las brasas o cristales rotos y vomitando asquerosas frases en sus redes sociales. En esencia, siendo estúpidamente infelices. Es lógico y esperado, el mundo no es justo, y menos, equitativo. Por eso, sus ideales tienden a extremarse y convertirlos en fanáticos disfrazados de buenas intenciones. La represión y la obsesión por comportarse de modo políticamente correcto, dejará espacios mínimos para la terapia más eficiente; aquella que construya un lugar para poder hablarse.
La subjetivación neoliberal dispone de nosotros y nos deja a la deriva existencial y antropológica. Este regalo fue para ti Pelele y también para mí disciplina; la Psicología. Regalo maldito que espera llevar un poco de lucha de clases al interior de nuestra ciencia tan manoseada por peleles sin escrúpulos que adoran la coraza externa y a la vida misma como categoría de consumo, competencia e intercambio, disfrútenlo.
@HectorCerezoH