Desde el punto de vista psicológico, el fanático sufre una distorsión cognitiva y una actitud paranoica en la que abstrae elementos de le realidad para su propio beneficio y olvida la pluralidad y diversidad. Por ello, supone que sus creencias son absolutamente verdaderas y aplica una necesidad compulsiva de defenderlas y promoverlas. Quiero iniciar con ejemplos drásticos y transitar a situaciones sutiles y aparentemente ingenuas. Hace unos días todos escuchamos los detalles de la peor masacre de la historia de Estados Unidos, la cual se cometió en contra de una multitud que asistía a un concierto en Las Vegas y que dejó, al menos 58 víctimas fatales y más de 500 heridos.
Ahora, dirijamos la mirada hacia los sistemas de salud mental para constatar que la infiltración sectaria de pseudociencias está desbordada: Programación Neurolingüística, Constelaciones familiares, Bioneuroemoción y sectas comerciales de "desarrollo humano o entrenamientos de vida". A estos últimos, los reconocerás por los pegotes de una manita haciendo la señal del 4 pegados en sus autos, signo de la "transformación" lograda. Por otro lado, las redes sociales, en especial FacebooKKK han terminado por convertirse en un espacio impermeable al contraste de opiniones, en una comunidad hermética en la que todo está diseñado para asentir, reforzar asuntos idílicos y en la que abunda gente exitosa, congruente, hermosa y bienaventurada; una verdadera Disneylandia de la vida posmoderna.
La cuestión crítica es, más allá de las diferencias expresivas de la dinámica del fanatismo, todas son prácticamente idénticas en su base. Arriagada Cuadriello (2013) afirma que cuando ciertos mecanismos de discriminación y exclusión se establecen y se vuelven prácticas sociales, esas nociones quedan asociadas no solo a una manera de "ver" el mundo, sino a una manera de "hacer" el mundo. El problema nuclear del fanatismo es que sus prácticas están convirtiéndose en acciones tan frecuentes que, a veces ya no somos ni siquiera capaces de notar la exclusión. Así, por ejemplo, 34 por ciento de los mexicanos declara que cuando piensa que tiene la razón está dispuesto a ir en contra de lo establecido por la ley para defender su punto de vista y un 4 por ciento, considera que expulsar a alguien de una comunidad se justifica porque no es de la religión de la mayoría (Encuesta Nacional de Religión, Secularización y Laicidad, 2016). Al ritmo fanático que vamos, ya no habrá sujetos, sino adeptos.
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