Nos hemos topado con ellos en cualquier escenario laboral, quizás sea tu jefe o tu colega de trabajo. Se delatan a simple vista, son como las bacterias que mutan y se adaptan para volverse resistentes a los antibióticos, pero al final, siguen siendo infectantes. Yo lo sé, tú lo sabes, todos lo sabemos, pero mantenemos las graciosas apariencias para no ser tildados de incendiarios. Siempre que los encuentro, me pregunto exactamente lo mismo: ¿cómo demonios trepó a esa posición? Señores, se trata de los lameculos. El lameculos es un adulador profesional, un parásito ecuménico, un vulgar zalamero, una entamoeba histolytica ambulante, un arrastrado miserable, una rémora y una sanguijuela que simula trabajar, que adula y sirve como tapete humano a sus superiores con tal de aferrarse a un empleo, a un sueldo, a un ascenso o al prestigio social.
El lameculos no se conforma con atribuirse el mérito o mostrarse laborioso para beneficio propio; su tamiz sociopático y arraigados sesgos cognitivos, lo inclinan a perjudicar laboralmente a los demás y, para ello, instala el rumor y usa el poder que tenga a su alcance para obstaculizar el desarrollo de las metas organizacionales. Aunque el discurso empresarial pregone la hegemonía de las competencias, la meritocracia, el valor del esfuerzo personal y la ética organizacional, los lameculos no han sido neutralizados ¿Las razones? No son estúpidos, han identificado que en el neoliberalismo el mercado laboral no solo es inestable, está lleno de incertidumbres y contradicciones propias de una tendencia ultra individualista y segregatoria. Así pues, para quienes no tenemos la destreza de lamer, el dilema es confirmar que las organizaciones son sistemas complejos en los que las personas no solamente trabajan para la empresa; son la empresa y que, resulta increíble que por un lado se asuma la importancia estratégica de la atracción, gestión y retención del talento y por otro, pululen lameculos que entran después de ti en una puerta giratoria y salen primero (Florián Reyes, 2015).
Incluso, en la literatura psicológica, algunos autores (Gustafson and Ritzer, 1995) han relacionado el perfil de los lameculos con una estructura peculiar de personalidad denominada "auto promotora aberrante" (aberrant self-promoter). En opinión de Piñuel (2010), son sujetos narcisistas, pragmáticos, con bajos niveles de juicio y con tintes psicopáticos que operan perfectamente en escenarios organizacionales turbulentos, con liderazgos burocráticos, mediocres o cómplices y que enfrentan tensiones organizacionales internas y externas. Pensé en la analogía irreverente del Darwinismo, ya que aunque de modo brillante Darwin describió el mecanismo mediante el cual las características propias de cada una de las especies van modificándose según los desafíos del medio ambiente, cuando regresó de su viaje a América, se casó con su prima Emma, hija de un adinerado tío materno. Ello le permitió vivir de sus rentas, dedicándose a sus estudios sin necesidad de trabajar. Tú lameculos, no eres Darwin. No intentes darte ese lujo inmerecido.
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