Política

Historia de dos maestros

Hace un par de meses, cuando algunos colegas y yo buscábamos en los fondos reservados de la Biblioteca Pública del Estado “Juan José Arriola” documentos legislativos para la exposición Nueve Siglos de Justicia Alternativa, me impresionó que coincidieron en nuestra mesa de trabajo dos libros que habían sido propiedad de dos de los mejores juristas de Jalisco en el primer tercio del siglo XIX.

El Fuero Real español (redactado alrededor de 1255) en una edición madrileña de 1781, propiedad del jurista Guadalajarense Crispiniano del Castillo (1803-1888), el querido maestro, mentor y, posteriormente, compadre de Mariano Otero. Pude constatar su exlibris con troquel y perforación con su nombre en el margen de la primera página, así como su nombre en la portada con su bella y clara caligrafía. Este libro procedía del “tesoro” de la Biblioteca Pública, donde se colocan los libros más preciados. A su lado estaba el primero de los siete tomos de la Colección de Decretos de las Cortes Españolas, publicado también en Madrid en 1819. Su exlibris, un adhesivo con tipografía de imprenta con una mano señalando el nombre de su propietario: “José Domingo Sanchez” (Sanchez así, sin acento). Se trataba de José Domingo Sánchez Reza (1779-1845), diputado a las Cortes españolas representando a su natal Zacatecas en 1814 y a Guadalajara en 1820. Muy posiblemente a su regreso trajo consigo la colección de decretos de las cortes.

Fueron maestro y alumno, muy posiblemente Sánchez le impartió cátedra de derecho en el Colegio de San Juan Bautista (donde estuvo el Cine Variedades y ahora el inconcluso Teatro de la Ciudad) en 1820, quizá ahí fecundó la vocación por la ciencia jurídica de Crispiniano del Castillo (ministro de Justicia de Santa Anna en 1841, ministro de la Suprema Corte en 1848, Constituyente de 1842, senador de la República, legislador local y federal varias veces). En 1832 coincidieron como diputados locales en la comisión redactora del Código Civil.

El maestro José Domingo fue un joven esforzado, era en 1796 uno de los tres “estudiantes de limosna mantenidos dentro del colegio de sus sobras” y estaba bajo la responsabilidad de su hermano que era el portero del propio Seminario Tridentino del Señor San José.  Licenciado y doctor en cánones, ordenado sacerdote por el Obispo Cabañas, de quien fue secretario. A partir de que se estableció la cátedra de derecho en el Seminario en 1805 él impartió esa clase. En el seminario también sirvió de bibliotecario y catedrático de gramática y filosofía. Impartió cátedra en el Colegio de San Juan Bautista donde fue nombrado catedrático benemérito en 1844. En la iglesia católica tapatía fue jefe de archivo eclesiástico, notario de casos reservados, miembro destacado del cabildo eclesiástico y gobernador de la Mitra. Realizó el Elogio fúnebre en las exequias del Obispo Cabañas en 1825. Rehusó ser Secretario de Justicia y Negocios Eclesiásticos que le ofreció su alumno el Presidente de México, Justo Corro en 1836; declinó igualmente el nombramiento papal como Obispo de Macra. 

La biblioteca de Sánchez Reza se donó al seminario, la de Crispiniano fue adquirida, según me comentan por Don Jorge Álvarez del Castillo. Hoy se reúnen en los tesoros bibliográficos de la Universidad, coinciden en mi mesa de trabajo y en estas líneas para dar un tributo provisional que los salve un poco del olvido.

Guillermo Zepeda 

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