La matanza —compuesta de múltiples y cada vez más cotidianas masacres— que está ocurriendo en Zacatecas y algunos municipios aledaños desde hace varios meses no creo que pueda ser explicada como un enfrentamiento tradicional entre los cárteles de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación, a pesar de mensajes de los perpetradores y declaraciones de las autoridades que identifican a los asesinos y víctimas como parte de esas organizaciones. Hay algo que escapa a la lógica “tradicional” de esos enfrentamientos.
Normalmente dos cárteles entran en conflicto armado por razones económicas y de poder relevantes, por ejemplo, el control de una plaza o una ruta de alto valor estratégico, como son Ciudad Juárez, la carretera Monterrey-Laredo, o de un centro de producción de drogas rentable como la montaña de Guerrero que produce amapola. Fresnillo y municipios vecinos donde se han registrado enfrentamientos —sur de Zacatecas y de Durango, norte de Jalisco y oriente de Nayarit— forman una región muy pobre del país; las carreteras que los cruzan no son las únicas que van hacia la frontera y tampoco es una zona productora de drogas como la sierra de Sinaloa o de Chihuahua. Por eso la pertinencia de la pregunta: ¿qué se están disputando Sinaloa y CJNG en esos municipios?
Un reportaje de Agustín del Castillo, publicado en El País en abril de 2021, daba cuenta de la violencia sistemática —secuestros, amenazas, asesinatos—cometidos por bandas de esos cárteles a los huicholes de algunos de esos municipios. ¿Cuánta riqueza les pueden robar a una de las etnias más pobres del país? También menciona el cobro de piso al transporte de madera y minerales de algunos aserraderos y minas de la región, que tampoco son los más rentables del país. Fresnillo tampoco es un centro de consumo de drogas muy grande que justifique tanta violencia. Habiendo tantas plazas de consumo y de trasiego a EU muy rentables, ¿qué diablos hacen Sinaloa y CJNG matándose con tal vehemencia y saña en Fresnillo y sus alrededores por unos cuantos pesos expoliados a indígenas y a productores agropecuarios y dueños de pequeños comercios?
Mi hipótesis —a comprobar— es la siguiente: a) los liderazgos de esos cárteles son débiles por pugnas internas (hijos del Chapo vs. Mayo; Mencho enfermo y acorralado) y no controlan adecuadamente a todos sus grupos; la expansión de esos cárteles implica descontrol o mayor autonomía de grupos de sicarios; b) algunos de esos grupos para incrementar sus ingresos se están “lumpenizando”, es decir, disputándose rentas muy pequeñas en lugares pobres, pero con una violencia desproporcionada (creo que cada vez más homicidios estarían asociados a esta lumpenización) y, c) una vez comenzado un conflicto por cualquier causa entre grupos rivales, se puede generar una espiral de venganza que pronto ya no tendrá que ver con el motivo original; se autonomiza y multiplica la violencia, pero ya con motivos personales y/o grupales, sin otra lógica racional más que la venganza y el odio. Eso ocurrió en Ciudad Juárez con las pandillas aliadas de los cárteles de Sinaloa y de Juárez, que en algún momento se mataban salvajemente sin que sus jefes narcos pudieran controlarlos.
De comprobarse la lumpenización de grupos del crimen organizado estaríamos frente a un fenómeno de hechos terribles como el publicado por un diario en noviembre pasado: sicarios que cobran 100 pesos por asesinar taxistas que no quieren pagar su extorsión de 100 pesos semanales. ¿Adónde llegaremos?
Guillermo Valdés Castellanos