Política

Reforma eléctrica: el dilema del PRI

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El reto que tiene el PRI es trascendental. Recuperar la credibilidad y la confianza de la sociedad después de gobiernos como los de Peña Nieto, los Duarte y Borge —razón por la cual se convirtió en sinónimo de frivolidad y corrupción, cuando pudo haber sido otra cosa muy distinta gracias al Pacto por México— se antoja una tarea casi imposible. Su participación en la coalición electoral en junio pasado le dio un poco de aire y tiempo, aunque la derrota de las gubernaturas es un recordatorio de que las coaliciones no son panacea.

Igual que panistas y perredistas, los priistas tienen que hacer su autocrítica, pedirle perdón a la sociedad y emprender un proceso de reconversión y reorganización interna, al mismo tiempo que intenta reconectarse con la sociedad con base en una oferta de futuro viable y atractiva, con rostros y voces nuevas que la hagan creíble. La redefinición política y programática que tiene que hacer el PRI es más complicada, porque sus banderas están ahora en manos de Morena. No en balde muchas bases priistas se han pasado a las filas morenistas como si fueran su casa: el clientelismo, las dádivas sociales, el nacionalismo, estatismo, un líder fuerte y autoritario son todas tradiciones priistas. Pero al mismo tiempo esa dificultad es una oportunidad de reinventarse mejor, sin vicios ni trampas o recursos autoritarios, ni sustentado en un caudillo.

Si el PRI desea ser otra vez un partido institucional y competitivo que aspire de nuevo a ganar la Presidencia, tiene que construir y recorrer ese camino. No será fácil ni rápido, pero es la manera no solo de sobrevivir, sino de tener un futuro junto con el del país, aportando su experiencia más sus nuevas ideas y propuestas. El PRI le dio mucho bueno y malo a México durante siete décadas. Tiene otra oportunidad de refundarse. Ojalá y la aproveche.

Pero tiene otra alternativa. Puede sobrevivir, pero lo haría como un partido más de la chiquillada, como el Verde o el del Trabajo, que en vez de aportar al país y a la democracia, usan la política como un negocio, al poner a la venta los cotos de poder que le quedan: votos de legisladores, sufragios de clientelas en procesos electorales, etc., a cambio de algunas posiciones y dinero para la pequeña burocracia partidista y sus dirigentes. Sería muy triste que así fueran los últimos años del PRI, pero no sería incongruente con lo que ha sido una parte de ese partido, la que permitió durante muchos años la práctica de la política como un arte de apropiarse de lo público para fines privados.

Negociar con AMLO la aprobación de la reforma eléctrica —regresiva y terriblemente perjudicial para los mexicanos, para el medio ambiente y para el futuro del país— a cambio de cancelar investigaciones judiciales y/o más algunas gubernaturas y posiciones futuras para sus legisladores (AMLO estaría haciendo lo mismo que dice que hizo Lozoya con la reforma energética de 2014) equivaldría al camino fácil de la supervivencia —pero que no se les olvide— como partido satélite de la 4T o, peor, terminar como una corriente más de Morena. Los intereses particulares de los dirigentes, diputados y senadores por encima de la posibilidad de un PRI renovado que defienda y trabaje por el país que ayudó a construir.  Ambas respuestas están en el ADN del priismo.  Ojalá y a los priistas les gane la vergüenza y apuesten por las instituciones de la democracia y por el futuro de su partido, pero no como mercenario de la política.

Guillermo Valdés Castellanos

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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