El año pasado, el presidente López Obrador minimizó y despreció al movimiento de las mujeres por estar manipulado por los conservadores; este año, lo despreció por las mismas razones y para que estén seguras de que sus demandas de justicia e igualdad le importan un comino, ha defendido a un sujeto acusado de ser violador compulsivo, como candidato de su partido al estado de Guerrero. De pasada, les dice a las mujeres que “ya chole” con su cantaleta.
El año pasado un decreto de la Secretaría de Energía intentó reconstruir el monopolio del CFE en detrimento del mercado emergente de energía eléctrica, de las finanzas de la misma CFE y de la salud de los mexicanos gracias al consumo prioritario de combustóleo. El Poder Judicial dictaminó que el decreto era anticonstitucional. Este año, AMLO les ordena a los legisladores de Morena que aprueben una ley que es, en esencia, el mismo decreto. No escuchan ningún argumento pues la instrucción presidencial es votarla sin cambiarle ni una coma. Exige obediencia ciega y total. ¿Le importan acaso al presidente el fallo de la SCJN sobre la inconstitucionalidad del decreto y, de paso, la Constitución y el estado de derecho?
El presidente convoca a los gobernadores a un “pacto por la democracia” para que no se entrometan en los procesos electorales de junio próximo, unos días después de que la FGR solicita el desafuero del gobernador de Tamaulipas (estado donde Morena perdió 16 de las 17 diputaciones locales en 2019), acusado de lavado de dinero, evasión fiscal y delincuencia organizada. Pero antes de cuidar el debido proceso, la filtración de Morena ya generó un enorme escándalo político y mediático. ¿Algún gobernador que no atienda el llamado presidencial a tan atenta y amable invitación? ¿Quién sigue?
Me temo que AMLO se ha radicalizado. Hay muchos más ejemplos. No sé si se deba a la impotencia ante el fracaso económico y social de la 4T, a la rebeldía de la pandemia, a la obsesión por arrasar de nuevo en las elecciones o por pura soberbia suya o debilidad de la oposición (porque puede), pero su discurso es cada vez más agresivo (ahora hasta los abogados son traidores a la patria si defienden los derechos de empresas extranjeras) y sus decisiones son cada vez más ideologizadas. Lo preocupante es el futuro del país con un presidente en ese modo y con tanto poder. ¿A dónde puede llevar esa radicalización?
Hagamos un poco de imaginación. Primero, señalar lo ya anunciado por él: desaparición y/o control de los organismos autónomos que aún no le son obedientes (INAI, Cofece e IFT) a los que le pueden seguir, cuatro joyas de la corona: el INE, la ASF, el Poder Judicial y el Banco de México. Más poder y cero contrapesos. Después, desemparejar la cancha democrática con una reforma que le reduzca a los partidos el financiamiento público, pues no es bueno dejar con vida al adversario (Morena tendrá el presupuesto federal) para que ya sin INE autónomo ni oposición, la 4T se eternice en el poder a partir de 2024.
¿A qué otro sector, aparte del energético, le recetará AMLO la “rectoría del Estado”? ¿Cuántos miles de millones de dólares más del presupuesto canalizarán para tapar el desastre de Pemex que entre 2019 y 2020 perdió 54 mil millones de dólares, más de un billón de pesos? ¿Alguien en su sano juicio puede votar por la consolidación del poder presidencial, radicalizado, sin freno y que va a nulificar la incipiente democracia mexicana y estancar la economía?