¿Qué dijeron a los LeBarón y a los Langford en Palacio Nacional para hacerles ver que las pesquisas federales iban en serio, ahora durante su reciente entrevista con el Presidente de la República que al cabo salieron de ahí relativamente complacidos por los alcances de la investigación? Por ahora ha imperado el sigilo y no se sabe aún con certeza, pero de seguro fue algo sustantivo e inesperado.
Sustantivo en cuanto que los curtidos chihuahuenses fronterizos y protagonistas a lo largo de los años, de no pocos episodios de rencillas y rudezas con vecinos de aquellos lares, reacios a dejarles el campo libre a sus apetitos territoriales en pos de agua, saben cuándo algo relativo a sus terruños es caldo pasado por agua y distinguen cuándo una autoridad les habla con visos de verdad.
“Estamos contentos con AMLO –dijeron al salir– porque no nos quiso jugar el dedo en la boca, no nos dieron atole con el dedo”, comentaron en habla coloquial las víctimas de la atroz tragedia donde perdieron la vida sus familiares muy pequeños, aunque apenas unos pocos medios recogieron el real sentido de esas palabras.
De todos los ríos de tinta que han corrido en torno a ese sangriento episodio de lo que menos se ha hablado es sobre el posible móvil del sádico asesinato en el que pequeños inocentes fueron quemados al parecer todavía vivos, luego de ráfagas intensas de armas de grueso calibre a la camioneta en que viajaban con su ahora también difunta madre.
Ciertamente la versión preliminar que habla de una confusión con miembros dentro del mismo crimen organizado no se sostiene. Dueños de aquellas vastedades desérticas, los narcos saben distinguir mucho antes de hacerse visibles, cuándo es que alguno o algunos vehículos que se avecinan deben ser detenidos. Los menores LeBarón y su madre no representaban amenaza alguna. El mensaje iba para arriba. ¿Acaso buscaban precisamente exhibir la capacidad de crear caos en familias binacionales?
Menos explica esta versión la sevicia exhibida en el ataque. Hasta el sicario más lerdo habría advertido que los que yacían en el piso de los vehículos a los que rociaban de gasolina y prendían fuego eran menores y bebés.
Cumplían órdenes específicas. ¿De quién? ¿Para quién? ¿Era un mensaje para los LeBarón, Langford y otros asociados con ellos?
Pero ¿cuál? Asombra saber que al salir de Palacio Nacional, ellos comentaron que por lo poco que les dijeron, se quedaron con la convicción de que conocer más era incluso “peligroso” para ellos.
El litio de Bacanora
A contracorriente de Bolivia donde cuando todavía era presidente Evo Morales, el litio de allá pasó a manos de una paraestatal erigida al efecto, en México los depósitos de litio en Sonora y Chihuahua de tercer orden mundial en volumen, ya tienen dueño y por ahora en la 4T –a veces tan contradictoria en sí misma– no es precisamente el pueblo mexicano el propietario. Las minas alrededor de Bacanora ya están concesionadas justo al extranjero. Detentan las concesiones conglomerados chinos y japoneses esperando ponerlas a producir de lleno en el 2021.
Pudiera ser, a ojos de algunos observadores, que precisamente el éxodo que siguió a la masacre de familias asentadas en las inmediaciones de aquellos depósitos en el subsuelo del estratégico litio, fuera el efecto causado con la masacre de los LeBarón y los Langford. Hacer inaccesibles aquellos páramos para explotar el subsuelo que también exuda gas lutita por ahora de extracción prohibida mediante el fracking, podría haber sido el efecto buscado.
Pero nada es cabalmente cierto en el cada vez más delirante accionar del narco que ya liga para mucho como sufijo de “terrorismo”. Más que nada es una narrativa inducida por EU para cumplir prolegómenos de intervención armada en suelo patrio. Y distraer atenciones incómodas a sus propios marasmos.
Trabajamos para el gobierno: El Mayo Zambada
La hipótesis se robustece con el texto del sensacional libro de Anabel Hernández, El traidor, que de manera inédita e insólita documenta la naturaleza y los alcances del cártel de Sinaloa, el que contrario a la imagen colectiva, tiene sus orígenes en Los Ángeles California y es hoy una poderosa fuerza multinacional que opera en el 70 por ciento de los países del mundo. Apenas partes del continente africano se escapan. Tiene incluso contratos multimillonarios con el actual gobierno.
Su líder indiscutible es el Mayo Zambada, padre del Vicentillo actualmente preso en EU, paradójicamente atrapado en su propia red de corrupción: son ya tan cuantiosos los sobornos a entregar, desde las cúspides del poder hasta toda la masa de funcionarios, militares y policías para abajo, que cada quincena se ha vuelto una pesadilla en la que literalmente ahora son ellos los que se juegan la vida para conseguir los cuantiosos sobornos. Cruda realidad del Mayo: “Trabajamos para el gobierno”.