Codo a codo con Coparmex, un rancio sindicato patronal de huella opositora, el Tec de Monterrey –contrario a su credo de supuesto apoliticismo que sostuvo durante décadas– se apresta a incursionar desde la derecha en la política nacional de manera abierta y sin tapujos, aliado a un temprano precandidato presidencial: Gustavo de Hoyos, actual presidente de la organización empresarial.
Este personaje parece movido más por apremios ideológicos que por prestancias electorales, las cuales al menos formalmente lucen lejanas en el calendario. Sin embargo, el escenario se observa diferente desde las urgencias de las derechas mexicanas. Buscan hacerse abanderar, declarativamente, en próximos comicios, pero in pectore tan pronto como sea posible para oponer una alternativa política que se quiere sea estructurada frente a AMLO.
Al Tec y al sindicato empresarial con el cual ahora aparece aliado, los une un ADN compartido: ambos son regiomontanos por antonomasia. La Coparmex fue fundada en 1929 por Luis G. Sada como respuesta a lo que según él había sido “una ola de radicalismo antiempresarial que atravesó al país” y propuso una confederación patronal como alternativa para hacer de lado las cámaras de Comercio recién constituidas por ley.
En el mismo tono reaccionario, el Tec por su parte fue fundado por el legendario patrón norteño Eugenio Garza Sada, en respuesta a la política de educación socialista del cardenismo y más específicamente como reacción contra la creación del Instituto Politécnico Nacional (IPN).
No es la primera vez que el Tec incursiona en estas ligas, desde luego. Sea por omisión o por comisión (renombrado como “universidad” y abandonando o recortando paulatinamente su nombre de pila), el Tec ha sido creciente factor de poder si bien medido con algunas sutilezas académicas. Pero más bien por la influencia creciente que ha ejercido la institución, cuyos egresados solían ocupar puestos preferentes en la burocracia dorada.
El Itesm junto con el ITAM fueron importantes entidades educativas durante los pasados sexenios, que explican el desplazamiento gravitacional de la UNAM sobre el poder público. Los egresados del Tec y del ITAM no solo fueron productos exitosos en los semilleros neoliberales para la administración pública, sino también ocuparon un buen número de gubernaturas y escaños. Ahora quizá se pretenda volver a la formación de estos cuadros, pero desde un enfoque mucho más pragmático y político, y desde luego menos costoso que lo que cuesta en la actualidad cursar una carrera ahí.
Cabría cuestionar la finalidad que persigue la formación de estos líderes (“miles”, dice Forbes) y ¿cuál sería su enfoque?: ¿la calle?, ¿la visita domiciliaria?, ¿el contacto con los medios?, ¿el manejo y control de mensajes en las redes sociales? Dirían los clásicos: ¿qué hacer con un batallón fifí de mil 300 autonombrados “agentes ciudadanos del cambio”?, ¿cuál cambio?, ¿hacia dónde? Y ¿quién lo pide? O ¿Cómo se financiarán? ¿Serán operadores políticos del presidente de la Coparmex en su afán de llegar a la presidencia?
No está claro desde luego lo que se pretende hacer con ellos, ahora teledirigidos por la Coparmex, estrategia que en cierto sentido es también una confirmación indirecta que la escuela de cuadros de Morena estaría funcionando de alguna manera que la quieren emular.
El apoyo logístico del Tec será proveído por la Escuela de Ciencias Sociales y Gobierno capacitando a mil 320 “líderes ciudadanos” que luego mediante escrutinios que los hagan mostrar “convicción de construir un mejor país” se convertirán en “agentes ciudadanos del cambio” que se reportarán “listos” (cualquier cosa que esto signifique) para el 2021. Sin embargo, no se sabe exactamente qué es lo que harán una vez que se conviertan en “agentes ciudadanos del cambio” y un “cambio” de qué tipo ofrecerán.
Un proyecto de esta envergadura no podría haberse diseñado sin el aval de los más altos patrocinadores del Tec, como es el caso de Armando Garza Sada, de Alfa; Blanca Treviño, de Softtek; Ricardo Saldívar, de Home Depot; Rogelio Zambrano, de Cemex, y del presidente del Consejo de Administración del Tec, José Antonio El Diablo Fernández, emparentado con familias descendientes del fundador del Itesm. Desde ahí y desde el consorcio Femsa (Heineken, Oxxo, Coca-Cola) debieron haber aprobado la incursión política de la institución fundada por Eugenio Garza Sada.
Por ello pese a que aun y cuando parezca por ahora un proyecto de improbable y difícil ejecución –supuestamente al margen de candidaturas a puestos de elección popular– ha nacido en México una oposición académica-patronal que, como lo cabeceó la revista Proceso, prepara ya su asalto al poder. Si la venezolisación de la oposición en México podría venir de alguna parte poco se sospechó que proviniera de estos enclaves en alianza total contra el lópezobradorismo y su “democracia pervertida (populismo)”, obviedad obsesiva aparte.