Política

El Congreso en llamas

  • Entre pares
  • El Congreso en llamas
  • Guillermo Colín

Astrosa rebatinga por el poder en el Congreso de Nuevo León ofrece una visión deplorable de renovadas prácticas vergonzantes que se creían desterradas por más que en el colmo del cinismo alambicado, pretendan justificar lo que no es más que un atraco hasta con tintes internacionales: “La política en Nuevo León se está europeizando”.

Más que eso, una corriente de diputados nuevoleoneses despojados revela que es con prácticas bucaneras que los coordinadores de sus facciones han violado y atropellado flagrantemente leyes diversas. A su paso hacen jirones la correctas prácticas parlamentarias con jerigonzas que ni ellos entienden: “Es por la gobernabilidad, solo es un tema administrativo de acuerdos tomados con anterioridad”.

Con eso justifican aberrantes préstamos o trueques de diputados de una bancada a otra (“van a seguir perteneciendo a nuestro partido, no van a renunciar, pero sí van a formar parte de su bancada y votar en consecuencia”). Entonces se pregunta el elector pasmado: ¿qué sentido tuvo votar por un candidato y por la ideología de su partido?

La verdad de lo que está detrás es el control del presupuesto. Descarnada y vil razón que ha hecho dar la cara ante la opinión pública a una variopinta muestra de diputados nuevoleoneses de diferentes partidos, como Claudia Tapia, Celia Alonso, Julia Espinoza y Armando Torres, que rehúsan hacer genuflexiones abyectas

En el otro extremo, con lemas grandilocuentes, la horda de legisladores cupuleros como Ramiro González de Morena –tristemente célebre por su arrogancia que lo hace sentirse dueño de ese partido– irrumpió a saco en las esferas administrativas del Congreso y en el arranque de la LXXV Legislatura impusieron a sus cooptados diputados en asientos clave a lo largo y ancho de diversas comisiones. Estar en alguna de ellas es tener al alcance el manejo discrecional del presupuesto y presidirlas facilita toda suerte de negocios al margen.

Lo lograron con base en imposición y ocultamiento de las maniobras que celebraron tras bambalinas los coordinadores de las diversas bancadas. También fue posible gracias a un presumible acto de corrupción monumental: trastocar el orden jurídico del Congreso local y en los hechos conformar resultados electorales tan distintos, que en la composición de sus órganos internos de administración pareciera como si hubiera sido una nueva elección.

Si en efecto en la votación constitucional más reciente ocurrida en Nuevo León, el PRI quedó en segundo lugar de las preferencias electorales, ahora merced a las inconfesables componendas al interior del Congreso local, el PRI luce renovado con tantas comisiones y asientos preferentes en ellas como si hubiera ganado la votación con amplio margen.

Lo peor e increíble es que quien le cedió el primer lugar nominal al PRI fue el partido que lo detentaba: Morena, merced a una serie de enroques planeados y organizados para que el recurso público vaya a fluir a raudales solo entre los escogidos a los que poco importa que ahora no sean la primera fuerza política, sino la segunda.

Fraude electoral lisa y llanamente cometido con el consentimiento de las partes involucradas. Al ciudadano elector solo le resta observar estas espurias maquinaciones y cálculos ni siquiera maquiavélicos, sino de ábaco elemental, por medio de los cuales los resultados anunciados la noche de las elecciones ya no son lo verdaderas que se creía.

En la práctica, hoy el Congreso demuestra estar secuestrado por una claque que lo maneja a su antojo y representa poderes fácticos enquistados en las anquilosadas “nomenclaturas” de los partidos, todos buscando el usufructo personal del erario.

Al final no está claro cómo evolucione este sistema político de componendas aborrecibles para un procaz reparto de recursos, aparte de la repulsa popular que ha provocado rechazo aun entre los correligionarios de un mismo partido. Ellos mismos se desprestigian y chocan. Es el caso de Francisco Cienfuegos, el coordinador de la bancada priista, a quien Felipe Enríquez lo etiquetó como “el coordinador de la corrupción”.

A su vez otro priista de larga data, Héctor Gutiérrez, “lanzó al aire” como más que acertadamente señaló la columna más bien de chisme frívolo [email protected], una pregunta desde el chat Los Tubos: “Qué alguien me explique, ¿cómo está eso de que los nuevos integrantes del grupo parlamentario del PRI no pierden su afiliación al PT?”. Nada relevante. Sin embargo, cuando el periódico El Norte retomó y publicó su dicho, Gutiérrez grandilocuente montó en cólera; ufano y sobrado de sí mismo dijo que su pregunta no era para “alimentar columnas” y se fue iracundo a “espacios mucho más confiables” (¿?), ignorante craso que en el ciberespacio ningún sitio es per se “confiable”. En la ridiculez de la paranoia inducida, ahora adeptos suyos averiguan: “quién es el chivato en este grupo”, como si lo de Gutiérrez hubiese sido de alguna importancia restringida y confidencial.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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