Reputación: prestigio o estima en que son tenidos alguien o algo. Así de claro y llano el concepto que en estos días a más de una empresa, principalmente del sistema financiero, les ha dado donde más les duele, en la credibilidad que les da oxígeno y los mantiene rentables, vivos.
Nada menos hace dos días Cambridge Analytica, protagonista del escándalo por el uso fraudulento de información sobre usurarios de Facebook, se acogió al capítulo 11 comercial de Estados Unidos para declararse voluntariamente en bancarrota.
La acción fue confirmada por un tribunal de Nueva York, y da por terminada en su totalidad la operación de la firma; semanas antes ya había anunciado que cerraría sus oficinas y sucursales a escala mundial. No se pudo levantar de tan duro golpe a su reputación.
Ejemplo al que se suma, salvaguardada la proporción, el daño a la reputación de las cinco firmas del sistema financiero mexicano que fueron hackeadas y afectadas en sus transferencias de recursos a través del Sistema de Pagos Electrónicos Interbancarios (SPEI). Situación confirmada por las autoridades e inédita en el país.
De acuerdo con lo dicho por el Banco de México, responsable del SPEI, aún no se puede hablar de un caso resuelto, la investigación se encuentra en curso y hasta el momento involucra la pérdida de 300 millones de pesos, cifra que ningún cliente de los dos bancos, las dos casas de bolsa y la financiera afectados ha perdido —aclaró Banxico—, y que según algunos medios, sin que sea oficial, cayó en pequeñas cantidades en algunas cuentas de personas, principalmente, mayores de 50 años.
Y no se trata de la existencia de un Robin Hood que esté repartiendo dinero, se trata de la vulnerabilidad de los bancos y, en general, de las empresas financieras que invierten millonarios presupuestos para ofrecer la mejor tecnología y las soluciones high end de última generación para que los usuarios confíen en ellos.
Así lo pidió Carlos Torres Vila, consejero delegado de BBVA: “La confianza es la base del negocio bancario para tener acceso a los datos de los clientes, lo que genera oportunidades para extraer conclusiones, anticipar problemas, hacer mejores recomendaciones y dar mayor valor en un servicio a través de la tecnología”.
Y sí, ahí está el detalle, una de las mejores frases de Cantinflas. Confianza es lo que se necesita para dejar el manejo de los recursos de todos, desde el que recibe su salario mínimo vía nómina y corre a sacarlo para sobrevivir su día a día, hasta los que mueven grandes cantidades para solventar un negocio o cubrir un compromiso, en manos de los banqueros.
Por ello, no sorprende luego del hackeo encontrarnos con mensajes y anuncios de que por el momento no se realizan operaciones electrónicas. Pues aunque se informó que los servicios funcionan ya con normalidad en sistemas alternos, la situación hizo mella en la reputación de los bancos. Y dejó claro que también son vulnerables.
No estaría de más que en el transcurso de la investigación se desempolvara un gran pendiente de las reformas, la reforma financiera que solo avanzó precisamente en un tema tecnológico, la Ley Fintech, pero que aún no deja claro quiénes son los responsables del riesgo y las pérdidas ante la implementación de más ventanas para atraer recursos a la banca. Resquicios por donde no solo entra el sol, sino los hackers.
@lupitaromero