Política

Soberbia e hipocresía

El General Secretario piensa que la audiencia de la conferencia matutina es tonta. De hecho, aplica los mismos métodos que ha utilizado su jefe desde que inició la administración.

El problema es que el truco sirve solo para uno que, a base de talento natural y constancia, ha perfeccionado la salida.

Luis Crescencio no la tiene y su explicación se vuelve comprobación de la nota. Admite que el departamento que adquirió en la zona más cara de Huixquilucan tiene un descuento propio de las noches Palacio…Nacional. Según él, debido a que se encontraba en obra gris, logró un descuento del 70 por ciento del valor. Ni Angélica Rivera se atrevió a tanto.

Olvidó explicar la casualidad por la que -que coincidencia- el dueño del predio se convirtió en proveedor del ejército y, también, cómo adquirió un crédito por nueve millones de pesos que, según los estándares bancarios, lo haría pagar 90 mil pesos al mes. Incosteable para el sueldo de un funcionario de la 4T.

Dinero es siempre con lo que tropieza la administración actual, a veces por excesos y otras por sus pingües manejos. Ana Guevara estalló en cólera cuando el triunfo vino de la mano de la falta de recursos no por austeridad sino por complicidad y encubrimiento. Las nadadoras artísticas -antes atletas de nado sincronizado- llevan la voz cantante en la denuncia contra el presidente de la Federación Mexicana de Natación. No, no son ellas -ni los otros nadadores y clavadistas- los que exigen la renuncia del funcionario sino World Acuatics, la máxima instancia a nivel mundial. Ahora, los que en el pasado perseguían la ética y el buen trato a los atletas, defienden con un chauvinismo oxidado a personajes que debieran estar fuera del reflector desde hace mucho tiempo. Pareciera que dicha defensa viene más del interés político que el deportivo, más cuando personajes como Platas, Pacheco y Mena (miembros de la oposición) son las principales voces públicas en contra del defendido por Guevara.

En otras épocas, las investigaciones y denuncias expuestas esta semana serían pieza clave para poder avanzar en el combate a la corrupción y sanar así heridas en una sociedad harta de los desfalcos, los conflictos de interés y el encubrimiento.

No obstante, hoy es parte de lo que la administración y simpatizantes consideran un ataque constante al proyecto de transformación que encabeza López Obrador.

Se entendería si no hubiera las pruebas y las confirmaciones por parte de los actores involucrados. La administración actual debería revisar documentos y comprobar la veracidad de las pruebas antes de la descalificación.

Esto, por supuesto, si no fueran cómplices o el escándalo suscitado por las revelaciones ayudará a encubrir los errores o corruptelas mayores que existen hoy a nivel federal. Los escándalos diarios que sirven para tapar los hoyos -en el presupuesto y en la rendición de cuentas- de todo este periodo de gobierno.

Soberbia e hipocresía que sirven para ocultar la mediocridad y el latrocinio.

Vaya transformación.


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Gonzalo Oliveros
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