Cultura

El decálogo de Julio Cortázar

Leer las dedicatorias pretéritas provoca o causa siempre un regusto especial. Así, por ejemplo, de pronto me topo con ésta, poderosamente amorosa: “Arcadia norteña/ 26 de septiembre de 1999: El año de Borges es para mi adorada madre, autora del autor, con todo mi cariño”. Y hoy se me encoge el corazón al volver a ponderar esa dedicatoria.

En el año de Borges seleccione, acorde con mis aficiones o monomanías, doce cuentos: un cuento por mes: no fue difícil tarea. Y a quemarropa me preguntaron cuál sería mi decálogo selectivo de la obra cuentística de Julio Cortázar: sí fue difícil tarea.

Pero arriesgué el juicio, ahora que el 12 de este mes habrán de cumplirse años de la desaparición terrena del Gran Cronopio. Y mi listado incluyó: Las babas del diablo, El perseguidor, Cartas de mamá, La autopista del sur, La noche boca arriba, Las puertas del cielo, Reunión, La casa tomada y, por su laconismo entrañable y sugestivo, Continuidad de los parques.

¿Y el décimo? Carta a una señorita en París.A Cortázar le gustaba el box -cómo no recordar La noche de Mantequilla; a Cortázar le gustaba el jazz -cómo no recordar las alusiones en Rayuela; a Cortázar le gustaban los palíndromos -cómo no recordar aquella perla de belleza increíble: Salta Lenin el Atlas. Olé: Julio el Gran Cronopio Cortázar.



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Gilberto Prado Galán
  • Gilberto Prado Galán
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