Política

Síganlos dejando

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Gil lo leyó en sus periódicos de papel: una marcha pacífica de jóvenes en protesta contra el acoso y la violencia de género partió de La Bombilla. Unos cien estudiantes llegaron a las puertas de Rectoría, entregaron un documento y sus peticiones. Se retiraron. Detrás de esa marcha, una pandilla violenta de no más de 80 sujetos embozados enfiló hacia Rectoría. Asaltaron el edificio donde despacha el rector Enrique Graue con todo su arsenal: bombas molotov, explosivos, fuego de aerosoles, arietes, azadones, marros. Lograron abrir un boquete en los gruesos vidrios de la Torre y le prendideron fuego. Cómo lo oye usted: llamas en la planta baja. Las brigadas de choque se dieron gusto en el ataque. Nadie lo impidió.

Los asaltantes dañaron el mural de Siquieros y luego se dirigieron a la explanada, donde bajaron la Bandera del asta y la quemaron, nadie lo impidió; en el camino robaron a trabajadores de la UNAM; después, este grupo de choque caminó a sus anchas por la lateral de las Islas y llegó a la librería Henrique González Casanova. Rompieron cristales, destrozaron el mobiliario, barrieron con los anaqueles y destruyeron libros, nadie lo impidió. Una vez terminado su trabajo, los asaltantes se perdieron en las facultades de Derecho y Filosofía y Letras, tan tranquilos, un poco cansados, eso sí, de tanto esfuerzo.

Delincuentes impunes

No hay que ser un genio para saber que los asaltantes se refugiaron en el auditorio Che Guevara, ese espacio universitario que este grupo de asalto tomó hace 20 años, leyó usted bien: 20 años.

Así las casas (muletilla patrocinada por Manuel chu-chu Bartlett), Gamés se pregunta si el rector Enrique Graue dispondrá una mesa de diálogo con estos delincuentes. La UNAM ha permitido que ese auditorio sea el centro de la ilegalidad, del delito, del crimen. En fon: no somos nada. O sí: somos incapaces de imponer autoridad alguna.

Hace dos años, Gamés escribió esto en su columna: “A Gil se le pusieron los pelos de punto y punta cuando se enteró de que una de las asambleas universitarias en las cuales se discute el pliego petitorio de los estudiantes de diversas escuelas ocurriría en el Auditorio Justo Sierra o Che Guevara. Se frotó los ojos y vio lo inaudito. ¿Una asamblea en el auditorio que asaltaron en el año de 1999 un grupo de porros? Porros: grupos de choque, brigadas violentas e ilegales, ultras pagados e impagados, narcomenudistas, anarcos, en fon. ¿Estamos locos? Sí estamos. Decidir sobre el futuro de importantes asuntos universitarios en un auditorio secuestrado por asaltantes, un trozo universitario robado a la vida de la UNAM desde hace más de 18 años. Mecachis en veinte”.

En otra entrega Gilga escribió: “El rector Graue ha dicho con toda claridad que agotará el diálogo con las brigadas violentas que viven en el auditorio. Gil considera que otros 15 años serían tiempo suficiente para agotar el diálogo con estas finísimas personas. El problema es que para entonces, 30 años después, habrán muerto de viejos los primeros ocupantes y entonces habrá de renovarse el diálogo con los hijos de aquellos héroes. Y así hasta el fin de los tiempos. Por estas razones lógicas, Gilga cree que lo más fácil es entregarle a los okupas el auditorio en comodato, con la obligación, eso sí, de devolverlo en 300 años.

“Es que de veras. ¿Por qué tantas consideraciones con una banda de asaltantes? Porque si entra la policía y arresta a los ladrones, se rompe el jarrito de Tlaquepaque de la autonomía; porque la desocupación puede dar origen a un movimiento estudiantil, y eso a nadie conviene; porque evadir los problemas es la mejor forma de hacerlos crecer, por eso”.

¿Rumbo a la huelga?

Gil se enteró de que la Facultad de Filosofía se encuentra en paro (no empiecen, esto es serio) desde el 4 de noviembre y que la de Ciencia Políticas le ha seguido en su decisión de cerrar sus puertas cuando termina un semestre. La Facultad de Estudios Superiores de Cuautitlán ha cumplido tres semanas sin clases.

Todo es muy raro, caracho, como diría Cicerón: Pensar es como vivir dos veces.


Gil s’en va

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Gil Gamés
  • Gil Gamés
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  • Entre su obra destacan Me perderé contigo, Esta vez para siempre, Llamadas nocturnas, Paraísos duros de roer, Nos acompañan los muertos, El corazón es un gitano y El cerebro de mi hermano. Escribe bajo el pseudónomo de Gil Gamés de lunes a viernes su columna "Uno hasta el fondo" y todos los viernes su columna "Prácticas indecibles"
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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