Mientras Gil espera alguna invitación del equipo estratégico del General secretario Luis Cresencio Sandoval a alguno de sus viajes, la verdad sea dicha Gilga tiene manga ancha si se trata de viajar en jet militar y gastarse en Italia 2 millones y medio de pesos en un hotel de altura, habitación Luxury en unos cuantos días. El Presidente que diga la misa austera, pero el General tiene importantes compromisos que cumplir en el extranjero. Decía Gamés que mientras esto pasa (mi General, acá Gil espera), tenemos el asunto de que el Ejército es el cliente favorito de Pegasus.
Gilga lo leyó en su periódico El Universal en una nota de Guadalupe Galván: “Pese a las promesas del presidente López Obrador de que en su gobierno no se espiaría a nadie, no sólo se espía sino que el cliente más prolífico de Pegasus, el programa de la empresa NSO Group de Israel, es México, afirmó el diario The New York Times (…) Los contratos con Pegasus se pagan una y otra vez (…) Una investigación de The New York Times basada en entrevistas, documentos y pruebas forenses de teléfonos hackeados muestra intercambios secretos que hicieron que México se convirtiera en el primer cliente de Pegasus y revela que el país es el usuario más prolífico del programa de espionaje más famoso del mundo”.
En algo nos teníamos que distinguir, faltaba más, ser los primeros, aunque sea en contratos de Pegasus. El informe sostiene que actualmente el único cliente de Pegasus en México es el Ejército. Nosotros no espiamos, no somos iguales.
Opacidad, dulce refugio
Gil lo sabe: al gobierno y al Presidente les gusta la oscuridad. Para Liópez Obrador, el INAI es un cero a la izquierda que sólo sirve de “empleomanía” y a pesar de que los comisionados no sesionan, sí cobran. ¿Cómo la ven, dicho esto sin la menor intención de un albur opaco?
Aunque el INAI ha atendido este año 380 mil recursos de información, al Presidente le parece que debe desaparecer: “No han ayudado en nada en combatir a la corrupción; al contrario, sirvieron para legitimar robos y ocultar información”. ¿Estamos locos? Sí, definitivo: lo blanco, negro; lo alto, bajo; la transparencia, opaca. “Una empleomanía a costillas del pueblo”, dice el Presidente. Mecachis. A Liópez Obrador le gusta arreglar las cosas públicas en lo oscurito, sin que nadie rinda cuentas, todos obedeciendo a Liópez, el Grande.
Por lo mismo y por la misma, el Presidente ha propuesto ajustes y recortes a la administración pública. Se propone fusionar 18 organismos administrativos. Ya entrados en gastos, como los del General secretario en sus viajes, convendría eliminar todo el absurdo aparato administrativo, Secretarías de Estado, subsecretarías, oficinas públicas de todo tipo y tipa. Que todo se decida en Palacio Nacional. Con esta medida se ahorraría un dineral y se evitaría la corrupción. Pues a darle que es mole de olla, diría el gran Diccionario de mexicanismos de la Academia Mexicana de la Lengua que encabeza Concepción Company.
Educación a oscuras
Si alguien tiene dudas de la pasión del gobierno por la opacidad aquí les va otra, Gil lo leyó en su periódico El Universal en una nota de Alhelí Salgado: “A petición de la propia SEP, el Instituto Nacional de Estadística dejará de hacer pública la información estadística en materia educativa, debido a que la SEP provocó la revocación del carácter de interés nacional a los datos manejados por el Sistema de Información de Interés Nacional. La decisión se tomó como resultado de que la SEP promoviera desde 2022 una justificación ante el Inegi en la que asegura que no cuenta con los atributos necesarios para ser clasificada en dicha categoría”.
O sea, no sabremos con precisión científica lo que ya sabemos con las armas de la inferencia, que la educación en México empeora cada día. Para qué vamos a dar el trago amargo. Mejor dejamos la pócima de la catástrofe y hacemos libros dirigidos por Marx Arriaga y su asesor venezolano chavista Sady Arturo Loaiza. Un grito desgarrador hizo añicos el silencio del amplísimo estudio: ¡ay, mis hijos, oscuros, opacos, mentirosos!
Todo es muy raro, caracho, como diría Patricia Highsmith: “Me interesa la moral, a condición de que no haya sermones”.
Gil s’en va