Repantigado en el mullido sillón del amplísimo estudio, Gil recordó los tiempos felices en que fumaba como un chacuaco. Un chacuaco es una chimenea alta, especialmente la de los ingenios azucareros o de las fábricas (cápsula cortesía de Gil y el tumbaburros). Con el tiempo y por fuerzas de causa mayor, Gamés dejó el cigarrillo.
Gilga era un campeón del humo, le metía como un verdadero profesional, ¿cuántos les gustan? ¿45 pitillos diarios? Más o menos, muchas veces más que menos. Cuando dejó el humo, la ley prohibió fumar en los restaurantes, en oficinas públicas, bancos, lugares cerrados. La medida que Gilga habría impugnado le cayó de perlas, Gil podía ir a los restaurantes, cantinas y demás lugares nocturnos, mju, sin aspirar el humo de los otros. Es decir, cada cual puede cuidar su propia salud sin afectar la de los demás. Santo y bueno.
Ahora mal sin bien: Gamés considera que la nueva ley contra el tabaco que ha entrado en vigor rebasa cualquier cuidado de la salud colectiva y aún sobrepasa el sentido común. Esta ley prohíbe la exhibición en tiendas y fumar en espacios públicos como escuelas, sedes de espectáculos, restaurantes, hoteles, estadios deportivos, plazas comerciales, playas y parques. La ley es tan rigurosa y absurda que en muchos casos no se cumplirá.
La prohibición de fumar en playas y parques es una gran tontería de la Comisión Nacional contra las Adicciones. Burros y burras: ¿por qué no habría alguien de fumarse un cigarrillo en un parque si le da la gana? ¿O en una playa? ¿Las playas son ceniceros? Ya, no se la prolonguen. Decía Daniel Defoe que todos los hombres serían tiranos si pudieran. Así pasa con los autores de esta ley. En los puntos de venta habrá impresa una lista textual y escrita con la descripción y los precios y los productos de tabaco de acuerdo con las características publicadas en el Diario Oficial.
“En las zonas exclusivamente para fumar está prohibido la prestación de cualquier servicio o consumo de alimentos, bebidas o entretenimiento, así como llevar a cabo actividades sociales o de esparcimiento”, dice la nota de Juan Carlos Cortés en su periódico El Universal. Es que de veras, así o más idiotas.
Cantar en el Metro
La jefa de Gobierno reinauguró algunas de las estaciones de la catastrófica Línea 12. Se le veía feliz a Claudia Sheinbaum, abrazó a muchachas entusiastas, cantó dentro del vagón acompañada de sus colaboradores una canción de los años sesenta, en fon, la rolita que cantaron Los Apson: “Fue en un café”. Muy bonito. Vamos a cantar: “Oh yo no sé qué hacer, su ausencia me mata y yo no puedo volver”. Preciosa canción cuya versión original de los Drifters es mucho mejor que la Línea 12. Pero Gil se ha desviado, razón por la cual terminó cantando “Chiquitita”. Así no se puede hacer análisis político serio. A quién le importa la ciudad si puede cantar “Te he prometido” con Leo Dan: “Chorarás por tu capricho”.
Presupuesto
En un artículo publicado en su periódico La Crónica, “El Metro militarizado se cae a pedazos”, Raúl Trejo Delarbre ha expuesto con su habitual rigor estos números: “En 2018, el Metro tuvo un presupuesto de 22 mil 882 millones de pesos. Luego comenzó a descender. Durante los tres primeros años del gobierno de Sheinbaum para la SCT fueron aprobados 19 mil 593 en el año de 2019; 19 mil en 2020 y 17 mil 102 en 2021. Hubo un repunte en 2022 con 19 mil 769 millones de pesos, aunque para el 2023 el presupuesto asignado disminuyó a 18 mil 847. Año tras año el presupuesto del Metro durante la actual administración ha sido menor que en 2018”. Explica Trejo Delarbre que estos datos fueron tomados de la cuenta pública y el presupuesto de la Ciudad de México y los difundió Juan Ortiz en su cuenta de Twitter. Así la cuentas bárbaras y no poco criminales de la administración de la izquierda en Ciudad de México.
Todo es muy raro, caracho, como diría Savater: “El sectario quiere que los suyos salgan adelante a toda costa, aunque el conjunto del país sufra en su armonía o incluso corra el peligro de desmoronarse”.
Gil s’en va
Gil Gamés