La edad de Gil Gamés acumulará en su vida tres grandes eclipses de sol. El primero de ellos ocurrió el 7 de marzo de 1970. José Luis Parra, reportero de El Universal escribió su nota desde Miahuatlán, Oaxaca. En la cima del Cerro del Metate pudo verse como en ningún otro lugar el eclipse. Científicos, místicos, espíritistas esperaban el gran acontecimiento: el manto negro que podría cambiar sus vidas, el día que se convierte en noche. El gran ciclista Radamés Treviño había muerto y muy pronto empezaría el Mundial de Futbol. Gamés le esto en el libro de Rafael Perez Gayol, o como se llame, en Todo lo de cristal.
Carlos Monsiváis vio aquel eclipse en Puerto Escondido, “uno de los sitios más difundidos del underground, de esa corriente que se inicia en el aventón, prosigue en camiones de segunda junto a pollos y monólogos sobre los pecados de provincia, se instala en camionetas agonizantes, aprende el sentido del tiempo en la parte de trasera de los camiones de carga, se extasía en los mercados adquiriendo manufactura indígena (…) Tal es la ilusión, la imposible ilusión de marginarse, de ignorar a las masas, a quienes viven de VIPS a Dennys, de los rápidos sánduiches de Sam’s, a las haburguesas del Big Boy”. Leída hoy está crónica del eclipse a Gilga le parece inteligente pero extraña, pionera pero críptica, como siempre fue la prosa de Monsiváis. Sólo han pasado 54 años.
Pffft.
11 de julio, 1991
Las redes han puesto a circular la imagen y la voz de Jacobo Zabludovsky y Talina Fernández narrando en Televisa el eclipse total de sol del inicio de la década de los noventa: “Una vez más acudieron a su cita con toda precisión la luna y el sol. 13:24, la hora planeada”. “El momento de emoción se contagia a través del espacio y del tiempo (…) Esto que estamos viendo no ocurrirá de nuevo sino hasta el 8 de abril del año 2024”, decía Zabludovsky. Era jueves y en la cabeza de Gil hay una lluvia de recuerdos: Boris Yeltsin y las cantidades industriales de vodka que ingería, al grado de dirigir orquestas ante jefes de estado, bailar en cenas de gala con el rostro enrojecido de felicidad; una coalición encabezada por Estados Unidos concibe la operación Tormenta en el Desierto para derrocar a Saddam Hussein. Los cines presentaban Thelma y Louise de Ridley Scott y Terminator, El Juicio Final. La piel se le pone chinita a Gamés.
Ustedes no están para acordarse, pero en la televisión empezó Muchachitas y la Pícara soñadora, de Emilio La Rosa y Valentín Pimstein, respectivamente. Gilga no se avergüenza: podía cantar “Vuela, vuela”, gran obra del grupo Magneto: “No te hace falta equipaje, nadie controla tu imagen, vuela vuela”. Gran poema. A dónde fuera usted escucharía alguna canción del disco Romance en voz de Luis Miguel .
A eso de la 1 de la tarde se oscureció, los pájaros volvieron a sus árboles, los perros se guardaron y se hizo un silencio estremecedor. Gilga no exagera, él estuvo allí, bajo los poderes cósmicos de la unión de la luz y la oscuridad. Aigoeei. ¿Cómo la ven?
8 abril, 2024
Torreón y Mazatlán, los lugares privilegiados en México para ver el eclipse total de sol. En La ciudad será parcial: a las 12:14 ocurrirá el punto máximo.
Ya sabremos lo que ocurrió en el debate entre las candidatas y el candidato a la Presidencia. Si Xóchitl Gálvez no perdió el debate y con ello lo ganó. Si su preparación y espontaneidad se impusieron. Después del eclipse sabremos si Claudia Sheinbaum pudo mantenerse serena ante los ataques que recibirá, administrando su ventaja, y si puede conectar con sus simpatizantes. Si ella puede ser ella o solamente el reflejo de alguien que estará sin ser visto en la mesa: Liópez. Dicen los que saben que Álvarez Máynez debate mejor que Sheinbaum y Gálvez. La candidata de Morena, el Verde y Peté no la tiene fácil: salud, educación, corrupción y mujeres. Sheinbaum ganaría si fuera la mujer invisible.
Todo es muy raro, caracho, como diría Giovanni Papini: “Los astutos vencen siempre en el primer momento y suelen ser vencidos antes del fin”.
Gil s’en va