Cultura

Compartir el trance de la muerte

  • Ventana abierta
  • Compartir el trance de la muerte
  • Gerardo Moscoso Caamaño

En nuestra sociedad, donde se ensalza la inmortalidad, el miedo a la muerte es mayor hoy por la pandemia que nos ocupa. 

En estos tiempos no nos es fácil imaginar los últimos momentos de la vida como algo más que dolor, dependencia, descontrol e indignidad.

Sin embargo, no pocos enfermos terminales y sus seres queridos logran ignorar esta creencia tan común y transforman el acto final en una oportunidad para expresar amor, para curar viejas heridas, para superar prejuicios, para descubrir en ellos mismos fuerzas y virtudes ocultas y, en definitiva, para realizarse.

La muerte hospitalaria que ocurre después de múltiples intentos tan lamentables como vanos de alargar artificialmente la existencia al que se va a morir, plantea un desafío moral al derecho de irse de este mundo con sosiego y dignidad.

Nadie debería morir con dolor y nadie debería morir solo. Fallecer no tiene por qué ser necesariamente un tormento. 

El malestar del cuerpo casi siempre se puede aliviar. Y la presencia reconfortante de una persona serena y cariñosa mitiga gran parte de la soledad del paciente. Pero alivio y compañía no es todo. 

Este último acontecimiento de la vida, (que a todos nos llegará), brinda la posibilidad de vivir momentos emotivos de profundo significado.

En estas circunstancias cruciales, la sinceridad, la ternura, la comprensión y la entrega fortalecen y conectan a los participantes de una manera tan cercana y especial que algunos afirman sentir una paz de espíritu que nunca experimentaron. 

Las buenas muertes existen. Requieren de una cierta dosis de entereza y valentía para enfrentarnos a recuerdos dolorosos que normalmente se evitan, o para dar cariño incondicional y atender las molestias del agonizante. 

Se trata de una misión casi sagrada y dejarse cuidar se convierte en el último regalo del moribundo.

Compartir el trance de morir y cuidar de una persona querida es una forma poderosa de intercambiar amor, solidaridad y respeto, y representa una prueba personal sublime y enriquecedora.

Cuando alimentamos la dimensión humana de la muerte, la última despedida así se convierte en una experiencia tan íntima, valiosa y tan entrañable amorosa como el mismo fenómeno del nacimiento.


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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