Mucho de lo que hoy somos y pensamos, se escribió en la infancia. Nuestra autoestima contiene la suma o el balance de las cosas positivas y negativas que escuchamos decir sobre nosotros.
Las opiniones de nuestros padres sobre lo que somos marcaron, si no un destino, por lo menos sí una tendencia. Como padres cargamos una historia que puede ser analizada, y preguntarnos cuáles son las partes que deseamos retransmitir. Y cuáles son las cadenas que deseamos cortar.
Muchos justifican una crianza violenta hacia sus hijos, escudándose en su propia historia de terror vivida cuando niños. Otros, en cambio, justamente por lo terrible de esa experiencia, se han reconstruido por dentro y han elegido transmitir a sus hijos cosas mejores.
Elegimos acompañarles como una figura cercana, o elegimos el desapego y la falta de atención, ocupados en nuestros propios pendientes emocionales. El niño pequeño, cuyos sueños estaban acompañados por su madre leyéndole un libro de cuentos para arrullarlo, sin duda tiene una trama histórica muy distinta, a la del chico que creció con un iPad como acompañante para dormir por las noches.
Ambas opciones están en nuestras manos. Elegimos ser el padre golpeador que se desquita inconscientemente de sus dolores de infancia, o ser el padre amoroso que está dispuesto a no repetir la misma trama para él escrita.
Si tienes un niño aún pequeño contigo, aprovecha la maravillosa oportunidad de las páginas en blanco que aún posee su alma; asegúrate de escribir en ellas lo necesario para que él aprenda a descubrir su propia grandeza; a sentirse seguro de su valor.
De transmitirle las vacunas emocionales cuando aún estamos a tiempo de ser formadores de su personalidad. Darte un tiempo de ajustar las ruedas de su bicicleta, de admirar sus dibujos, de incitarlo a pensar y escuchar sus sueños.
Haz que conserve el recuerdo de tu mano en la suya, y el sonido de tus zapatos junto a sus pequeños pasos. Que nunca se olvide de sus primeros 10 años. Que vuele más alto, sin perder de vista su esencia. Que su niñez sea mejor que la tuya.
No desaproveches el tiempo; serán tus hijos toda la vida, pero recuerda que nunca volverán a ser niños. _