Haciendo uso de sus derechos, representantes de grupos religiosos, laicos y sociedad civil se expresaron en el foro “La verdad de la familia, retos y desafíos en México”. El Frente Nacional por la Familia se manifestó nacionalmente y no se guardaron que hay riesgos de agresiones, así en Cuernavaca, Aguascalientes, Querétaro, Guanajuato y Guadalajara.
Dicen temer que los repudios que han suscitado den lugar a violencias. Temen a colectivos de comunidades lésbicas, gay, transexual, transgénero e intersexual. Por sus miedos, solicitaron apoyo a la Secretaría de Gobernación, al subsecretario de Población, Migración y Asuntos Religiosos. Se les dio respuesta favorable.
Las convocatorias a las movilizaciones aparecieron contra la sensata iniciativa presidencial a favor de los matrimonios igualitarios y sobre su derecho a adoptar. La Conferencia del Episcopado Mexicano instruyó a sacerdotes y movimientos laicos para respaldar las expresiones contra los enlaces igualitarios.
El Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación argumentó bien que “excluir a las familias que no reproducen el modelo tradicional” y externar expresiones homofóbicas violan derechos humanos de todas las personas.
“La homosexualidad es tan vieja como el mundo. Platón le consagra capítulos entusiasta. En Egipto y Japón se le reconoce bien. Miguel Ángel es un ejemplo de esta vocación” (Sociologie des relations sexuelles, André Morali-Daninos, 1963).
Los inconformes y menospreciadores de esta forma de relación humana lograron que se manifestaran miles de mexicanos en 110 ciudades. Está claro que mucha gente desconsidera y se enerva con esta otra posibilidad de vivir y convivir.
Con argumentos sólidos, el Conapred sostuvo que estas manifestaciones son discriminatorias, al reducir la familiaridad y los afectos que no se conformen con modos tradicionales.
Justo es que se proteja a estas miles de personas que han encontrado y desarrollado maneras de ser, mal llamadas “raras”. Unos y otros tienen amparo constitucional para alegar sus posiciones.
Esto no tendrá fin, pues la incomprensión y el irrespeto son atávicos. En tanto no se usen actos violentos, se podrán escuchar y discutir sin que se agreda físicamente.