La Secretaría de Educación Pública, con el arrimo de Gobernación, se ha lanzado a proponer un nuevo, y lo subrayan, innovador modelo educativo. Contrastan los modos, diríase, tradicionales de aprendizaje, antiguos y proponen buenas ideas para una educación diferente.
Y así proponen en vez de un sistema rígido y vertical, un sistema en el que postulan: primero los niños. En vez de memorizaciones y repeticiones, se quiere que los escolares aprendan a aprender. Anhelan un perfil claro de los logros esperados al término de cada nivel; desde el preescolar hasta la educación superior. No es menos loable que se procuren aprendizajes clave, con la visión de que se siga aprendiendo durante toda la vida.
También sugieren habilidades socioemocionales que han de procurar el desarrollo de habilidades como la autoestima, el autoconocimiento y el trabajo en equipo. Si bien es plausible el aprendizaje del idioma inglés, como obligatorio, quieren maestros calificados en todo el país. Pero no es menos importante que junto con el idioma internacional, se aprendan los centenares de lenguas nativas. Muy de pedirse es el aprendizaje del náhuatl y de otras lenguas regionales.
Con autonomía curricular, es de mucho elogio que cada comunidad educativa proponga contenidos en función del contexto y necesidades de sus estudiantes. Un acierto más es la autonomía de gestión para inhibir a quienes quieren el control excesivo y las cargas burocráticas. En vez de un sistema opaco y clientelar se reclama un servicio profesional docente.
Aquí aparece el chamuco de la CNTE que ya se dio a provocar y a inconformarse con la condición formal. Se revela, se acelera, agita y provoca, pues no les conviene que los maestros ingresen al servicio y construyan su carrera a partir del mérito. En la formación docente se requiere una formación continua que se adapte a las necesidades de preparación de cada maestro.
Las revueltas contra el nuevo modelo educativo, las convocan y agitan maestros que no lo son en el fondo y que quieren proseguir con el “chambismo” muy frecuente y que no conviene a las posibilidades de una educación que tiene a miles cobrando sueldos sin trabajar y no pocas veces vender soluciones a conflictos inducidos, tramposos.
Sí que hay virtudes fuertes en las propuestas de la SEP, pues al poner a los niños como agentes primarios de su propia educación favorecen la conciencia. También es acierto esperar y definir un perfil claro. El aprendizaje clave podrá ser fundamento. Caben esperanzas en la pretensión de la autonomía curricular, no menos que en la autonomía de gestión.