A juzgar por la cantidad de personas que asisten al ciclo de películas de Stanley Kubrick que se lleva a cabo estos días en el Museo Arocena de Torreón (sábados y domingos, 4pm), se puede afirmar que el trabajo del director neoyorquino despierta bastante interés entre el público de distintas generaciones.
Interés notable cuanto más si consideramos que su última cinta, Eyes Wide Shut se estrenó hace ya dieciocho años, después de su fallecimiento. Además, la cadena de cines más grande del país presentará su propio ciclo de seis cintas, lo que constituye una magnífica ocasión para verlas de nuevo –o por primera vez, según el caso- en pantalla grande.
Pareciera que estos ciclos, el regional y el nacional fueran una especie de conmemoración por el primer medio siglo del estreno de la que sin duda fue su trabajo más ambicioso y el mejor logrado de todos, la monumental “2001, Odisea del Espacio”.
Y es que ya sin ninguna duda, 2001 constituye un verdadero parteaguas en la historia del cine, no solo dentro de la ciencia ficción sino que su influencia se ha extendido de múltiples formas a muchos otros géneros. Nunca antes, por ejemplo, se había utilizado música clásica con tal maestría para acompañar escenas fílmicas. A tal grado que es imposible, luego de ver la cinta, escuchar las piezas utilizadas ahí sin pensar en ella. Pronto, el ejemplo cundió entre otros directores sin el mismo talento que Kubrick.
No podía ser de otra manera: Stanley Kubrick desde el inicio supo que tenía entre manos la posibilidad de realizar una verdadera proeza cinematográfica y se dio a cuidar todos los detalles posibles.
Aunque la mayoría de los libros y la información aparecida en internet fechan su estreno en 1968, en realidad Kubrick la presentó desde finales del año anterior por un lado en funciones para un público selecto compuesto de críticos y científicos, y por el otro en cines pequeños, sin el aparato publicitario posterior, para poder estudiar las diversas opiniones y reacciones que generaba esa primer versión de la cinta.
Esto sirvió para, neurótico como era, continuar realizando cambios en el montaje de la película hasta darle su forma definitiva. Se sabe que la primer versión de 2001 era veintinueve minutos más larga que la que conocemos. Los diez minutos iniciales, rodados en blanco y negro, eran una serie de entrevistas con científicos y especialistas en distintas áreas de las humanidades, acerca de un posible encuentro con inteligencias extraterrestres.
Por cierto que Kubrick y el escritor Arthur C. Clark diferían en muchas cosas. Por ejemplo, qué aspecto debían tener los extraterrestres. Fue Carl Sagan quien argumentó que mostrar alienígenas en la pantalla sería un error descomunal, Por suerte Kubrick tomó en cuenta esa idea.
Debemos recordar que eran los días en que los EUA y la URSS se encontraban en plena carrera espacial. Kubrick llegó incluso a pagar un fuerte seguro por si al llegar el hombre a la luna, cosa que ocurrió hasta el verano de 1969, la realidad fuese muy distinta y su película perdiera credibilidad de inmediato. Los otros diecinueve minutos que el realizador fue eliminando entre esos pre-estrenos y su estreno definitivo, en abril del año siguiente, eran secuencias de la trama que a su criterio, oscurecían la idea central de la cinta.
Cuando por fin la película fue estrenada, las opiniones se dividieron de inmediato. Había quienes la tacharon de inentendible. En algunos países, sobre todo por las alucinantes secuencias finales, corrió la voz de que era la película ideal para verla bajo el influjo de las drogas.
Para el público de entonces (y buena parte del actual) era desconcertante esa enorme cinta que carece casi por completo de diálogos y que se niega a ser complaciente con el espectador. Stanley Kubrick llegó a afirmar que la gente cada vez pone menos atención a lo que ve y que por ello necesita explicaciones habladas. Su cinta es antes que nada, sin perder nada de su exigencia racional, una bella experiencia visual.
Está por cumplirse el primer medio siglo del estreno de 2001, Odisea del Espacio. El hombre fue y vino a la luna, los efectos especiales han avanzado de una manera impresionante, el cine ha explorado formas narrativas. Pero aunque la película ya no tiene la fuerza de la inmediatez de su contexto temporal, ahora ya no queda ninguna duda: se trata del majestuoso poema fílmico de Kubrick.