Este año hay dos encuentros de tecnología que son de los más esperado por consumidores y periodistas geek: uno sucederá en septiembre, cuando Apple presente su iPhone del décimo aniversario. El otro ocurrió este miércoles en Nueva York.
Samsung develó sus nuevos teléfonos que durante mucho tiempo tuvieron como nombre código “Dream” (sueño en inglés), el S8 y S8 Plus, que luego de la falla en las baterías del Note 7 deberán reivindicar la calidad y seguridad de los smartphones de la compañía.
El caso de los Galaxy Note se convirtió en un tema tan amplio y complejo que, por ejemplo, a pesar de que las aerolíneas ya no están obligadas a decir que no puedes viajar con uno de estos dispositivos y la mayoría de los Note 7 han sido devueltos, algunas líneas de aviones lo siguen haciendo como si esto se hubiera convertido en parte natural de los avisos de seguridad antes de volar.
Cuando Samsung presentó estos nuevos productos no se enfocó en decir que no fallarán, ni en hablar mucho de las baterías —que, por cierto, pasan por un proceso de ocho pasos para asegurar su calidad y seguridad—, sino en lo novedosos que pueden ser, lo eficientes que son en su desempeño, en su nuevo asistente inteligente, Bixby, y en su diseño.
Es impresionante cómo las compañías de tecnología han tomado el tema de diseño como uno de los principales estandartes en sus productos. Y hay que ser justos, Apple fue quien con por la enfermiza obsesión de Jobs por el diseño y las formas curvas, cambió la figura de cada smartphone en el mercado que hoy presumen desde acabados con punta diamante hasta las superficies más suaves y tersas luego de horas de pulido individual, como si cada teléfono fuera tan premium que no se hiciera en serie.
Un artículo de Dan Seifert en The Verge da cuenta de que en un pequeño viaje a Corea, organizado por Samsung para unos pocos periodistas hace unos meses, el vicepresidente global de estrategia de producto de la compañía declaró: “Tenemos el sueño de superar a Apple”; así de claro y abierto fue este ejecutivo. Y, sin duda, es por esa determinación que sin copiar, Samsung ha logrado tener un alma propia en estos diseños.
Como parte del kit de prensa dado a los periodistas que estuvimos en Nueva York venía un libro envuelto en una pequeña caja de cartón negro, como si fuera la invitación de una boda o un acto de etiqueta: es la historia del diseño del S8, que describe cómo la inspiración para la pantalla infinita que tiene fue el efecto de tensión que se crea cuando el agua se vierte sobre una superficie plana de metal creando un forma.
El libro que, en sí es un gran texto sobre diseño, describe al S8 como la mejor combinación de arte y tecnología en un gadget y, aunque suena pretencioso, lo cierto es que cada vez más nuestros aparatos electrónicos —desde un refrigerador, una lavadora y obviamente los televisores— buscan ser una pieza de arte que se vea increíble en nuestras recámaras, salas, cuartos de servicio o en nuestras manos.
El Galaxy S8 y S8 Plus son, más allá de productos con una gran tecnología, un gadget que se siente creado con amor y dedicación, no apresurado ni hecho en serie (aunque lo sea), sino una verdadera pieza de diseño increíble que busca satisfacer al usuario no solo en sus necesidades digitales, sino también en su estilo de vida, con algo que no vale la pena ponerle una funda, sino traerlos al descubierto y no ensuciar el trabajo de muchos en su diseño a cambio de protegerlo de nuestros descuidos. Estos smartphones tienen un gran reto con los consumidores, pero si logran enamorarlos, Samsung tiene una buena oportunidad de cumplir el sueño de ganarle a Apple.
Twitter: @santillanes