El futuro no existe ni tampoco el pasado. Navegamos sobre una balsa en la superficie del océano, pero no hay océano ni atrás ni adelante.
Solo existe un recuerdo y una seguridad de que, de aquí para allá, un “espacio” seguirá desdoblándose.
Sospecho que la muerte es salir del tiempo, no ir más hacia ningún lado.
Pero ¿qué es en sí el tiempo? La respuesta depende de la teoría con que abordemos la realidad.
La teoría de la relatividad de Einstein (parte de la mecánica clásica) propone que tiempo y espacio están unificados en un único continuo.
Es decir, el tiempo depende de la velocidad con que un objeto viaja en el espacio.
La Tierra gira alrededor del Sol a 30 kilómetros por segundo, y esa velocidad no solo determina lo que dura un año, sino también el ritmo biológico y psicológico de nuestro sentir del tiempo.
Si viajáramos a la velocidad de la luz, a casi 300 mil kilómetros por segundo, el tiempo transcurriría más lentamente que en la Tierra.
El hecho de que no exista una medida del tiempo absoluta rompe con nuestro paradigma de la simultaneidad, otra de las ideas centrales de nuestra percepción del tiempo.
Yo existo aquí y tú allá, y los dos existimos en el mismo instante: es una creencia que no es del todo verdadera.
El telescopio James Webb, colocado en órbita solar en 2021, ha llegado a tomar fotografías de lo que ocurrió en el espacio profundo hace más de 13.5 billones de años, a 200 millones de años del origen de nuestro universo.
Pero ¿cómo puede ser posible si el pasado ha desaparecido?
No obstante, existe la luz que despidieron aquellas galaxias y estrellas, y esa luz está viajando por el espacio y ha tardado todo ese tiempo para llegar hasta nosotros.
¿Es ese momento real?, podríamos preguntarnos.
Lo es para nosotros. Lo es desde nuestra perspectiva terrestre.
Así ocurre con todo lo observable: vemos el Sol de hace 8 minutos y 20 segundos (el tiempo que tarda la luz en viajar los 150 millones de kilómetros que nos separan de él) y la Luna de hace 1.3 segundos (pues se encuentra a casi 400 mil kilómetros).
Y así ocurre también a la inversa: si un telescopio estuviera apuntando a la Tierra muy cerca de la estrella Próxima Centauri, a 4.3 años luz, vería nuestra versión de hace 4 años y unos meses.
Esto quiere decir que existen todas nuestras imágenes del tiempo, dispersas en todo el espacio, viajando (como esas galaxias que ve el telescopio Webb).
Nosotros vemos el ahora porque nos percibimos unos a otros en la terrestre cercanía.
¿Qué respuesta nos da la mecánica cuántica sobre la naturaleza del tiempo? Veamos en la próxima entrega.