Cultura

La sincronía de oro

  • 30-30
  • La sincronía de oro
  • Fernando Fabio Sánchez

La vida y la política son un juego. Hoy 14 de junio, miles de ciudadanos se manifiestan en Estados Unidos contra el uso arbitrario de las reglas. 

Y mientras cientos de miles salen a las calles, nos preguntamos: ¿hay otros factores que influyen en la vida, la política, el juego?

Hablemos de los juegos de azar como una metáfora. 

Los tahúres, los galleros, incluso los boxeadores enfocan su mirada en el futuro y esperan con emoción el último instante del tiempo.

Literalmente, su destino se cifra en una carta o en una pelea entre dos fuerzas.

Su vida depende de aquello que la realidad revela, como si fuera un crupier o un referí.

Aunque estos jugadores dirigen su mirada hacia lo que no está todavía allí, el encuentro agraciado —o desgraciado— con el porvenir está en manos de fuerzas que vienen operando silenciosamente desde el pasado y que convergen en el presente.

En otras palabras, la nueva pieza que completa el set de cartas, o el golpe que llega en el último round, depende de una sincronicidad que, de pronto, se confirma en el ahora, como un surfista que ve la ola levantarse y, en el instante justo, la monta.

“El Gallo de Oro” (1964) de Roberto Gavaldón es una historia clásica de sincronicidad. 

Basada en un argumento de Juan Rulfo, la cinta nos presenta a Dionisio Pinzón (Ignacio López Tarso), un pobre merolico que rescata a un gallo derrotado en una pelea.

Este gallo cojitranco, de plumaje dorado, se convierte en un triunfador. Pinzón gana apuestas y se vuelve leyenda en el mundo de los palenques.

Pero su suerte no habita solo en él y su gallo. La impulsan, desde el principio, la Caponera —una hermosa cantante interpretada por Lucha Villa— y Lorenzo Benavides —un cacique al que da vida Carlos Jordán.

Cuando los tres coinciden, el gallo güero resplandece como el oro.

Los personajes se desarrollan como seres humanos complejos, sombreados por claroscuros.

La historia puede leerse también como una alegoría mítica, en la que cada personaje representa un concepto.

La Caponera encarna a la Fortuna: es alegre y todos la desean; también es cambiante e inestable.

Suele ser fiel compañera del Dinero o del Poder establecido, simbolizado por Benavides.

Ambos acompañan a Pinzón, quien personifica a la Suerte o el Azar: el deseo de romper con su destino de pobreza mediante la llave que la vida le dio, el gallo.

En esta historia, la abundancia total llega cuando los tres están en sincronía. 

Así, Benavides gana la Hacienda de Santa Gertrudis y los tres viven en ella: parecen subir a la cima.

Es entonces cuando todo cambia y la rueda de la Fortuna empieza a girar: la Caponera, lejos de los palenques, se asfixia en el encierro y, tras entregarse al gallero una mañana, se marcha.

Lorenzo Benavides lo perderá todo, incluida la hacienda.

¿Qué pasará con Pinzón? ¿Será el absoluto ganador ahora que ha probado el amor de la Fortuna?

Para descubrir esa última carta, estimado lector, habrá que volver a ver la película. 

Lo cierto es que cada uno de nosotros —como tahúres de la vida— siempre está al borde de la sincronía, o fuera de su paso.

Lo mismo se aplica a los hombres y mujeres en el poder, porque ya lo dice el dicho: no hay mal que dure…

¿Qué pasará en la esfera política? Esperemos que esta vez la Fortuna se alinee con las multitudes... y le dé la espalda al hombre naranja justo en el día en que le toque partir el pastel.

¿Has vivido tu propia sincronía de oro, estimado lector?


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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