Cultura

Juventud adulta

  • 30-30
  • Juventud adulta
  • Fernando Fabio Sánchez

El niño Salvatore sale de escena luego de haber concluido su aprendizaje en Cinema Paradiso (1988), filme dirigido por Giuseppe Tornatore y que ha ocupado las últimas dos entregas.

Totó crece en un solo corte de edición, mientras la mano de Alfredo se pasea por su rostro.

Un joven adulto ocupa ahora el escenario, interpretado por Marco Leonardi, actor que en 1994 protagonizaría, junto con Lumi Cavazos, Como agua para chocolate.

¿Qué nos cuenta el famoso director Di Vita sobre su joven adultez?

Nos cuenta sobre el amor romántico.

Su experiencia cumplirá las palabras del narrador de Barry Lyndon (Stanley Kubrick, 1975): 

“El primer amor, qué cambios produce en un joven, qué secreto magnífico revelará sobre sí mismo. 

La tierna pasión brota de su corazón y ama como un ave canta o una rosa florece, por naturaleza”.

Salvatore se enamora de Elena a primera vista. 

Ocurre cuando está filmando con una pequeña cámara y la joven camina a la distancia.

Pero él se ha acercado con la flecha de un telefoto, capturando la imagen de Elena en close up.

Así el proyeccionista del Cinema Paradiso guarda para siempre su primer contacto con el amor.

No es de extrañarnos, pues su vida transcurrió de la misma manera, atesorando y presenciando dosis de idealismo, contemplando actrices bellas, heroicidad, fantasía.

El amor entra en Salvatore por los ojos y el chico proyectará en su dama su educación sentimental.

Y este es el objetivo. El amor le dará una lección. 

Le enseñará su posición en el mundo real, aquello que había dejado en el silencio cuando se volvió una estrella para el pueblo.

Luego de algunos trabajos, el amor entre Salvatore y Elena se consuma, pero también produce conflicto. 

El padre de ella se opondrá a la relación.

Ese hombre mayor viene a revelar que los milagros son de las películas solamente.

Salvatore es arrojado de ese mundo de la representación ideal y es obligado a nacer de nuevo.

Luego de su regreso a Giancaldo, una vez que ha cumplido injustamente con el servicio militar, se muestra serio, deshabitado, como un hombre viejo ante las anclas retorcidas que ha arrojado el mar sobre la costa.

Allí, Alfredo le dice que se vaya, que conquiste el mundo.

Días más tarde, Alfredo lo despide en la estación del tren. 

“No mires para atrás, no escribas”, le dice. “No caigas preso de la nostalgia”.

Totó, emocionado, le da las gracias por todo, y Alfredo le responde: “Cualquier cosa que hagas ámala como amabas la cabina del Paradiso”.

El (des)amor le ha dado a Salvatore no solo la conciencia del mundo, sino también la libertad. 

¿Qué le espera en su próximo capítulo?


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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