Política

Carta Madre

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No hay que dejarlo pasar. Acaso para el registro. El dato. La memoria. Las lecturas.

Cayó en domingo. 29 de marzo último. El Presidente en Badiraguato, municipio de Sinaloa. Andrés Manuel López Obrador saluda, de mano, a la madre del capo Joaquín Archivaldo Guzmán Loera, alias El Chapo. Una leve inclinación para estrecharle la mano. Es una deferencia noble, generosa, de bien nacidos.

Toda una estampa. Los dos, de blanco. El mandatario se acerca hasta la camioneta, igual blanca, en cuyo asiento del copiloto va María Consuelo Loera Pérez, para pedirle que no descienda del vehículo: “Te saludo, no te bajes (…) Ya recibí tu carta”, registra MILENIO.

La misiva a la que hace referencia el Presidente fue fechada el 20 de marzo. Y es el mismo Presidente quien ordenó se hiciera pública. La madre del capo, de 92 años, la firma al calce con letra cursiva e igual suponemos que es la autora del texto escrito en una máquina de escribir mecánica y con letras siempre en mayúsculas.

El saludo con el que abre la carta es congregacional: “ESTIMADO HERMANO EN CRISTO”. Hará otra referencia religiosa al final de la misiva: “QUE NUESTRO SEÑOR JESUCRITO LO ILUMINE”. La presencia del simbolismo religioso cuando no confunde, trasgrede. Es, permítaseme, como lo inverso a lo que Hannah Arendt llamó la banalidad del mal. Algo así como, ya renovada la tergiversación del sentido de la moral y la compasión cristiana, ahora se exprese —ingenua y quizá pura— la banalidad del bien.

Por su tono dramático, las líneas están trasmitidas desde el dolor, desde la separación del ser querido. El melodrama. El sentimiento, exacerbado, a flor de letra. Es una madre aquejada por los años y los padecimientos propios de su edad. Es una madre que quiere mucho a su hijo, lo extraña, ya tiene cinco años sin verlo y nada quisiera más que ir a visitarlo a Estados Unidos, donde está encarcelado. También es verdad que algo quisiera más que visitarlo. Es, lo escribe en mayúscula, un deseo más grande: que su hijo sea repatriado. Una petición que la expande en nombre de toda su familia y se torna exigencia: “VERLO EN DONDE DEBE ESTAR EN UNA CARCEL EN MEXICO”. A doña María Consuelo no le quedan dudas: su hijo fue entregado ilegalmente al gobierno de Estados Unidos. Así y en mayúsculas.

Pero es la carta que da voz a la madre de Joaquín Guzmán Loera, a quien conocemos como El Chapo. La cabeza visible de uno de los cárteles del crimen que sistematizó la ejecución y muerte con inimaginable crueldad. Que torturó e implantó el terror a cientos, quizá miles de personas: al país entero. Es, permítaseme, como imposible no asociar la relación madre e hijo. Imaginarla. Dibujarla. Los dos, ¿“hermanados en Cristo”? Es imposible no dejar de cuestionarse si la madre está provista de una calidad moral para venirnos ahora con la compasión por delante.

O se está extrapolando. Estamos, acaso, cargando en la madre y la figura simbólica que eso representa, una culpa, una responsabilidad directa o indirecta con los crímenes asociados a su hijo. ¿Se ha endilgado en ella, un anidado rencor?

Resulta que igual aprendemos a odiar. A veces, lo aprendemos por asociación. Aprendemos a odiar aquello que la comunidad o el prejuicio social nos han enseñado a rechazar. En el caso de la madre, se ha caído en la cuenta de que también se trata de uno. Y lo que todavía hay por hacer, trabajar, con los miedos: nuestros odios. 


@fdelcollado


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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