Cultura

Toumani Diabaté: cuerdas ancestrales

Fue un constructor de puentes sonoros de alcance multicultural, tanto con tradiciones musicales de su tierra y continente, como con otras manifestaciones como el blues, el jazz, el flamenco y la música latina.

Gran maestro de la kora, instrumento tradicional de África occidental integrado por 21 cuerdas y cuya interpretación remite a luminosos orígenes que transitan de la nostalgia ancestral a la colorida efervescencia, Toumani Diabaté (1965-2024) fue un constructor de puentes sonoros de alcance multicultural, tanto con tradiciones musicales de su tierra y continente, como con otras manifestaciones como el blues, el jazz, el flamenco y la música latina. Nació en Bamako, Malí, dentro del seno de una familia con larga tradición musical y narrativa, conocidas como griots: su padre, Sidiki Diabate, grabó el disco inicial del mencionado instrumento en 1970.

Tras participar en Ba Togoma (1987), junto con su padre cual preparación definitiva, debutó con Kaira (1988), en el que de manera temprana mostró esa orientación prácticamente innata para tocar la kora y entretejer evocativas armonías a partir de rasgueos y punzadas. Rápidamente creó lazos estilísticos con el grupo de flamenco Ketama y con el contrabajista Danny Thompson, con quienes grabó, bajo el nombre de Songhai, los volúmenes Songhai I (1988) y Songhai II (1994), al que se sumó el jerezano José Soto. Con sus coterráneos colegas Bassekou Kouyaté, especialista del ngoni (especie de laúd) y el venerable Kelétégui Diabaté, virtuoso del balafón (similar al xilófono), grabó Djelika (1995), integrado por caleidoscópicas versiones de piezas tradicionales.

Para cerrar el siglo, formó un dueto de koras con Ballaké Sissoko para entregar New Ancient Strings (1999). Con el trombonista estadounidense Roswell Rudd, entregó Malicool (2002), un afortunado encuentro de la banda africana con el jazz, como cuando se reúnen animadamente los primos después de algún tiempo sin verse.

Vendrían las The Hotel Mandé Sessions, iniciadas con el muy reconocido y sensible In the Heart of the Moon (2005), en compañía del maestro Ali Farka Touré, quien firmó su Savane (2006), su último disco en solitario y tercero de estas sesiones, después de Boulevard de l’Indépendance (2006), fruto de la colaboración con la Symmetric Orchestra, agrupación que fue dirigida por el propio Diabaté y en la que confluían diversos instrumentos de tradición ancestral con otros de corte más moderno y global. En este año también produjeron el material de Ali y Toumani (2010), aparecido de manera póstuma.

Posteriormente tuvo una intervención en Volta (2007), álbum de Björk, participó en diversos festivales alrededor del mundo, colaboró con la ONU para erradicar el VIH, una plaga presente en el continente, y realizó labores para promover la música de su patria. En plan solitario entregó el personalísimo The Mandé Variations (2008), surgido de la experiencia pero también de la improvisación a partir de la inspiración al momento de su grabación. Se editó el directo Symphonie Mandingue (2011) como una buena oportunidad para atestiguar la celebración que se vivía en sus presentaciones, al que le siguió A Curva de Cintura (2011), en complicidad con los rockeros brasileños Edgar Scandurra y Arnaldo Antunes, imprimiendo la cadencia esperada a lo largo de los 18 cortes del álbum.

El vínculo paterno-filial quedó estampado en Toumani & Sidiki (2014), en el que su hijo parece declararse listo para tomar la estafeta y continuar con la sonora tradición musical; la relación musical se extendió a Lamomali (2017), álbum con influjos de electrónica pop en el que también participó el cantante francés M, la reconocida vocalista maliense afincada en tierras galas, Fatomata Diawara, y varios nombres reconocibles como Youssou N’Dour, Santigold, Ibrahim Maalouf, Seu Jorge, entre otros miembros de la parentela.

Entró en comunicación con el prolífico banjista norteamericano Béla Fleck para producir el conversacional y viajero The Ripple Effect (2020), gracias al cual vamos de Bamako a Nashville y de ahí a Manchester y Katmandú, transportados por un envolvente juego de cuerdas que se alternan el protagonismo.

Este demiurgo de la kora y de los sonidos que atraviesan géneros, tierras y espíritus, partió a los 58 años para habitar ese cielo común, coloreado e iluminado de igual forma en todos los rincones donde se quiera admirar.


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Fernando Cuevas
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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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