Se movió por los territorios del jazz latino, el bebop, la bossa nova y el tango, además, claro, de la música para cine y televisión. Bautizado como Boris Claudio Schifrin (Buenos Aires, 1932), muy pronto empezó a tocar el piano, impulsado por su padre, un violinista clásico y guiado por Enrique Barenboim, cuyo hijo se convertiría en un famoso director de orquesta. Un viaje a París a principios de los cincuenta para estudiar en el Conservatorio, lo puso en contacto con el mundo del jazz y de regreso a su tierra, formó una Big Band, a través de la cual conoció a Dizzy Gillespie y Quincy Jones en 1956: se aventaron un palomazo al que se sumó, ni más ni menos, que Astor Piazzola. De este encuentro se derivó la obra Gillespiana (1958), que derivó en un corto documental.
Debutó con Spectrum (1957), participó en el soundtrack de Venga a bailar el rock (Stevani, 1957) y compuso la música para El jefe (Ayala, 1958), además de colaborar con Xavier Cugat y grabar Piano español (1959), integrado por piezas de autores principalmente hispanoamericanos. Ya instalado en Nueva York, produjo Piano, Strings and Bossa Nova (1962), con Jim Hall en la guitarra y Samba para dos (1963) con el trombonista Bob Brookmeyer. Después del anticipatorio Between Broadway & Hollywood (1963), entregó Explorations (1964), firmado también por el baterista Louis Bellson y que significó el primer álbum compuesto en su totalidad por el argentino: algunas de sus canciones se utilizarían después en la teleserie Mannix (1967). Junto con otros discos generados en estos años, presentó New Fantasy (1964), en el que enfatizó la vertiente de la big band e incluyó una versión de El salón México de Copland.
Siguió colaborando con el gigante Gillespie a inicios de la década de los sesenta, años en los que se consolidó como un versátil y prolífico compositor para cine y televisión, tal como se advierte en los soundtracks de Rhino! (Tors, 1964), The Cincinnati Kid (Jewison/Peckinpah, 1965), Cool Hand Luke (Rosenberg, 1967), Coogan’s Bluff (Siegel, 1968), Bullitt (Yates, 1968) y Hell in the Pacific (Boorman, 1969), por mencionar sólo algunos ejemplos de su amplio rango para abordar diversos géneros fílmicos. Además, ganó enorme reconocimiento por sus memorables contribuciones en series televisivas como Wagon Train (1957-1965), The Alfred Hitchcock Hour (1964) y, ya entrando en los terrenos poblados por detectives y espías, compuso la música para un par de episodios de The Man from U.N.C.L.E (1965), el score de Blue Light (1966), la emblemática Mission Impossible (1966) y T.H.E. Cat (1966-1967).
En los años setenta continuó con su incansable y creativa labor: le puso música a la bélica Kelly’s Heroes (Hutton, 1970) y múltiples filmes como el cienciaficcional THX 1138 (Lucas, 1971); el clásico Dirty Harry (Siegel & Eastwood, 1971); el arquetípico de artes marciales, Enter the Dragon (Clouser, 1973); Charley Varrick (1973), haciendo otra vez mancuerna con Don Siegel; Rollercoaster (Goldstone, 1977), acompañando la angustia en la montaña rusa; para la multiestelar Voyage of the Damned (Rosenberg, 1976) y The Amityville Horror (1979), lanzando cuerdas al vacío para generar miedo escénico.