Dentro de la ola del movimiento Me Too, generado a partir de los abusos sexuales en el mundo del cine en particular y del espectáculo en general, empiezan a aparecer películas que reflejan directamente situaciones en este ámbito, como Intocable (Macfarlane, 2019), documental sobre Harvey Weinstein; La asistente (Green, 2020), de contundencia sutil, y El escándalo (Bombshell, Roach, 2019), ambas comentadas en este espacio, como también la miniserie I May Destroy You (Coel, 2020). Figuras masculinas con poder jerárquico o económico que aprovechan su posición para someter a mujeres y forzarlas, de una u otra manera, a que realicen acciones contra su voluntad, particularmente relacionadas con cuestiones sexuales. Es necesario seguir insistiendo en que no es no; en que el silencio no es consentimiento y que un sí aplica solo en ese momento y circunstancia, no extensivo en el tiempo o en otros contextos. Persiste la creencia de que si una mujer no opone resistencia, quiere decir que está de acuerdo en tener relaciones; que si se encuentra alcoholizada o drogada significa que implícitamente se le puede violar o que si no opone resistencia explícita es que acepta tener sexo. Ahí está serie chilena La Jauría (Castro y Videla, 2020), que recuerda casos de violación de grupos de jóvenes contra una mujer, como el de La manada en Pamplona o el de Los Porkys en Veracruz. Hermosa venganza (Promising Young Woman, RU-EU, 2020) apunta sus dardos envenenados con humor negro hacia los hombres que primero se presentan como caballeros auxiliantes de la mujer borracha, sola e indefensa en algún bar o club nocturno, y que pronto se develan como abusadores, queriendo aprovechar la situación para tener sexo sin ninguna resistencia. Tras el corto Careful How You Go (2016), salpicado de comedia oscura, la actriz Emerald Fannell escribe y dirige su primer largometraje, apoyándose en una elusiva interpretación de Carey Mulligan, transitando de una seguridad apabullante a una derrotada actitud, entre cierto patetismo y satisfacción vengadora, con todo y momentos de comprensión.
Llamada simbólica e irónicamente Cassandra (la que ayuda a los hombres), la protagonista es una promisoria mujer que abandonó sus estudios de medicina tras un evento de abuso sexual contra su mejor amiga de la infancia, perpetrado en la facultad. Ahora lleva una doble vida: trabaja rutinariamente en una cafetería donde interactúa con su jefa (Laverne Cox) y vive con su madre (Jennifer Coolidge) y padre (Clancy Brown), a quienes preocupa de diferente manera y con los que tiene breves encuentros en la mesa del comedor; por otro lado y de manera contrastante, visita bares donde finge estar alcoholizada para terminar dándole una lección a los hombres que la quieren dizque ayudar.
En paralelo, además de confrontar sin miramientos a los hombres que la acosan en la calle o le lanzan insultos desde el coche, va planeando y ejecutando la venganza de su amiga, enfáticamente indicada paso a paso con grandes números insertados en pantalla, que involucra a una antigua compañera (Alison Brie), un abogado (Alfred Molina), la directora de la facultad (Connie Britton) y un estudiante de aquella época a punto de casarse (Chris Lowell), mientras que otro ex compañero se atraviesa en su vida y empieza a salir con él en plan romántico (Bo Burnham): cada encuentro va denotando formas de pensar, supuestos y maneras de asumir o justificar los hechos pasados. Con edición enfocada a vincular con sentido los segmentos del plan de acción de la protagonista, marcando en su libreta los objetivos cumplidos de diferente tipo según el color, el filme transcurre a partir de cierto efectismo y con alguna coincidencia forzada aunque manteniendo la necesaria tensión para seguirle la pista a esta improbable vengadora no tan anónima. El tono de thriller se va sobreponiendo al drama o a la denuncia en cuanto tal, sin abandonar su centro argumental en cuanto a la venganza como eje, por un lado, tratado por Chan-wook Park en su trilogía (2002, 2003, 2005), y por el otro, en relación a cómo se puede romper la vida de una mujer y de sus seres queridos, atrapados en la imposibilidad de cumplir con una existencia promisoria. El título en español parece una contradicción si consideramos que detrás de todo acto vengativo subsiste un profundo dolor que difícilmente desaparece por esta vía: si acaso se genera una satisfacción mediata que muy probablemente sucumbirá al paso del tiempo. La superación del trauma parece que transita por otro tipo de caminos, más largos y sinuosos, de mayor profundidad y cuyo tránsito implica mayores esfuerzos. Claro que esta sanación personal no tiene que ver con obviar la necesaria aplicación de la justicia –no por propia mano- que corresponda a quienes infligieron el daño: de hecho, puede ser parte importante del proceso legal y del sistema social que incide en la paulatina recuperación individual.
Fernando Cuevas
cinematices.wordpress.com
@cuevasdelagarza