El costo de la mano de obra mexicana, particularmente el que se refiere a la industria automotriz, fue uno de los aspectos más críticos en la renegociación del nuevo tratado de libre comercio con Estados Unidos y Canadá. Para la administración del presidente Trump, el pago por hora que recibían los obreros mexicanos siempre fue considerado como un elemento de competencia desleal, por lo que presionaron para que en el T-MEC se estableciera que un vehículo exportado a Estados Unidos estaría libre del pago de aranceles cuando 40% de sus componentes hayan sido producidos por obreros que ganan, al menos, US$16 la hora. Queda claro que la intención del acuerdo anterior era igualar las condiciones laborales de los tres países. La apuesta de los norteamericanos era que, en igualdad de costos de mano de obra, las plantas productoras de automóviles y las de sus proveedores se moverían al país vecino ahorrándose costos de transporte. Sin embargo, cada día estoy más convencido que se equivocaron y que el tiro les salió por la culata. Pongo un ejemplo, en días pasados, Mabuchi Motor Co., empresa japonesa líder en manufactura de motores eléctricos de diversos tipos, como los que se utilizan para los vidrios de los automóviles, anunció que expandirá sus operaciones en la planta de Aguascalientes, en el municipio de San Francisco de los Romo. Mabuchi Motor México inició operaciones en 2016 y actualmente cuenta con 200 colaboradores; entre sus principales clientes se encuentran Honda, Mazda, Canon, Sony y Oral-B. La empresa nipona pretende trasladar la producción de su planta de Vietnam a suelo azteca, con lo que se crearán 300 nuevos puestos de trabajo. Creo que los negociadores norteamericanos obviaron algunos aspectos como fletes, habilidad de los obreros mexicanos, cuidado a la calidad y el tamaño del mercado interno. Lo anterior es una gran noticia para México en el contexto del covid-19. Me parece que el gobierno debe crear condiciones óptimas para que más empresas como Mabuchi se queden en México. ¿Qué opinas al respecto?
Federico D’Kuba es profesor del IPADE Business School