Hoy el clima político y social es propicio para la canallada. La indignación le favorece e impulsa. Lo de moda son los estilos y modos de Los Broncos. Hasta las imposturas pagan bien. Se hace presente, también, en los medios; mejor para el reportero, articulista o primera plana que exagere al margen de la evidencia o las normas del periodismo ético. Mejor señalar culpables y declarar sentencias. La red es otro ejemplo. Como sucede con prácticamente todos los artículos expuestos a los internautas, la minoría ruidosa, enojada y grosera hace sentir sus agravios enfermos. Ayer, en este espacio Hugo García Michel con estoicismo lo ilustraba.
Se equivocan si se cree que la respuesta excesiva y grosera tiene costo. Allí está el caso de El Bronco en la pasada elección de Nuevo León. Sin duda, el candidato más popular y efectivo. Diferenciarse de los políticos convencionales (aunque lo sea en el fondo), de los buenos modos y mejores conciencias, hoy da votos y adhesiones, precisamente porque conecta con esa mayoría silenciosa enojada y se distancia de la hipocresía y el cinismo tan común en la política.
A Andrés Manuel no le cuesta la mala forma con la que responde al futuro gobernador de Michoacán. Error de Aureoles y de muchos perredistas que ven en AMLO modelo y líder. Con humor involuntario Ciro Gómez Leyva le llama síndrome de Estocolmo. Andrés Manuel no quiere nada con el PRD, como en su momento el PRD no quería nada con el PRI. El odio entre hermanos o padres e hijos suele ser el más radical, intransigente y profundo. El PRD con quien se debe conciliar es con Cuauhtémoc Cárdenas, un referente moral más sólido, al margen del oportunismo electoral y con todas las credenciales para acreditar un proyecto, partido o dirigencia.
El comedimiento no es lo de hoy día. Aunque en el PAN el joven Ricardo Anaya se apuntala para ganar este día, Javier Corral, precisamente por su estilo bronco y agresivo, le ha permitido hacer una decorosa campaña, atractiva para los medios y más allá del resultado, el candidato derrotado quedará con un capital político mayor al del inicio. A mayor desmemoria y mayor enfrentamiento, más convincente se mostrará con los muchos malquerientes de Madero y del PAN. El apoyo de Ernesto Cordero lo confirma.
La cuestión es que la política no solo es para avasallar, también es para resolver y construir. En estos tiempos de pluralidad y de poder dividido se requiere acuerdo y entendimiento. El Bronco en Nuevo León dio una lección —que no necesariamente se reproduce en el país—, en el sentido de construir un proyecto alternativo con el apoyo de casi la mayoría de los votantes. Lo que viene a futuro es el poder político disperso. Para el PRI, el PAN o Morena será hazaña lograr 30 por ciento de los votos en 2018. Poder disperso llama a actuar en coalición. La izquierda inauguró el expediente en 1988 y de allí siguió con todos sus candidatos presidenciales. AMLO podrá contar con Movimiento Ciudadano y, quizás, el PES, pero en ese sentido el PRI ha entendido mejor el juego de ahora y de allí su entendimiento con el PVEM y Nueva Alianza.
La coalición de PAN y PRD de hace cinco años logró la alternancia en Sinaloa, Puebla y Oaxaca. Difícilmente un acuerdo de tal naturaleza se volverá a repetir. Lo de ahora son Los Broncos, no como candidatos independientes, sino como broncos, esto es, la rentabilidad que ofrece apartarse del código convencional, ejercicio que se hace, en algunos casos, con una importante cuota de desmemoria y carga excesiva de oportunismo.
El año 2018 se vino encima. El oportunismo electoral está al frente. La renovación de dirigencias del PAN, PRI y PRD apuntan hacia ese horizonte. Ya desde mucho antes, desde su origen, Morena es el aparato electoral y político para apuntalar la campaña de Andrés Manuel. ¿Qué vendrá después si Morena pierde la presidencia pero gana poder parlamentario? Es posible que el caudillismo o el nepotismo se impongan. La izquierda es mucho más que eso, pero el deterioro y desprestigio del PRD por la dirigencia de Los Chuchos ha significado una pérdida de horizonte, proyecto y sentido.
El presente es de canallas, pero el futuro inevitablemente es de instituciones. PRI y PAN están en mejores condiciones para ese largo tránsito. El año 2018 se anticipa como una elección con resultado inesperado y donde el INE habría de encarar la peor embestida de desprestigio por los malos perdedores. Lo que se perfila es el gobierno de coalición. Para valorar la tentación de la canallada, es preciso volver la vista al partido republicano en EU y al precandidato Trump; también Grecia y España son aleccionadores para entender la fascinación, así como los límites y riesgos de las opciones broncas.
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