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Recuperación resiliente. El camino a un nuevo y mejor futuro para América Latina post covid

  • Columna de Eugene Zapata-Garesché
  • Recuperación resiliente. El camino a un nuevo y mejor futuro para América Latina post covid
  • Eugene Zapata-Garesché

La pandemia causada por covid-19 ha retado la naturaleza misma de la sociedad del siglo XXI. Han sido las ciudades quienes han debido soportar la peor parte de la pandemia, y son las mismas quienes lideran el proceso de recuperación. Pretender regresar a la “normalidad” previa a covid-19 es imposible y más aún, no deseable. Lo inigualable de este momento es un llamado, no a la reconstrucción, sino a escribir la historia de un nuevo futuro para dar forma una realidad urbana sustancialmente diferente.

La resiliencia es un elemento fundamental en el nuevo camino que emprenderemos. La pandemia es un recordatorio de cómo los retos urbanos están profundamente interconectados, y de por qué las soluciones a tales retos deben estar por tanto igualmente conectadas. Para ser efectivas, las soluciones deben reconocer la manera compleja en que están relacionados los diferentes subsistemas que soportan la habitabilidad en nuestras ciudades. Nuestra salud y bienestar, la economía y la sociedad, la infraestructura y el medio ambiente y el liderazgo y la gobernanza – las cuatro dimensiones de la resiliencia urbana – no pueden ser consideradas separadamente. Las soluciones no producen beneficios múltiples cuando son concebidas y ejecutadas de manera sectorial y aislada.

Las ciudades de América Latina siguen en su mayoría adoleciendo de problemas que se han visto agravados por la pandemia: brechas en la provisión de agua y servicios sanitarios, asentamientos informales sobrepoblados y en condiciones habitacionales precarias, ausencia de sistemas de asistencia social, inseguridad. Estas tareas ya estaban pendientes y hoy su solución se vuelve más urgente para las personas que enfrentan la pandemia y sus impactos. Aún en las ciudades más ricas, la desigualdad persiste y condiciona cómo las personas, dependiendo de su nivel socio-económico, son capaces de enfrentar la crisis sanitaria y preservar sus mecanismos de subsistencia.

¿Qué es una recuperación resiliente?

La resiliencia es la capacidad de individuos, comunidades e instituciones para sobrevivir y mejorar ante impactos agudos y tensiones crónicas que ponen en riesgo su futuro. Ejemplos de impactos agudos son las pandemias, terremotos, explosiones y fenómenos similares creados por humanos o provocados por la naturaleza. Las tensiones crónicas son estreses, a veces lentos y silenciosos, derivados de un desarrollo urbano mal planeado: sistemas de transporte insuficientes, envejecimiento de la infraestructura hídrica, mala calidad del aire, exclusión social y violencia, por ejemplo. Covid-19 es un impacto agudo y como tal ha sido tremendamente disruptor, exponiendo la fragilidad de prácticamente todos los sistemas que conforman la vida en las ciudades.

Para hacer frente a semejante crisis multisistémica, las ciudades requieren información confiable y oportuna, y mucha capacidad de innovación y de reinvención para no seguir cometiendo los mismos errores. La Red de Ciudades Resilientes agrupa a 97 gobiernos locales en más de 40 países que quieren precisamente hacer esto. Como grupo, ciudades en 6 continentes, pequeñas como Colima y gigantes como Nueva York o Londres, están compartiendo experiencias sobre cómo enfrentar la pandemia y prepararse para lo que viene. Hoy es obvio que las prioridades han cambiado y por ello se requieren líderes comprometidos que tomen decisiones informadas y oportunas que minimicen los riesgos a los que están expuestas las poblaciones más vulnerables.

Construir resiliencia en las ciudades no sólo requiere de un profundo conocimiento de los riesgos que enfrentamos, sino también un reconocimiento de las debilidades estructurales de nuestros sistemas, sus interdependencias, y de la voluntad necesaria para responder de manera decidida a estos retos.

Lograr una recuperación resiliente requiere de una manera diferente de pensar, planificar y actuar y algunas ciudades ya lo están haciendo. Por ejemplo, la ciudad de Montevideo en Uruguay trabaja en la transformación de uno de sus barrios más vulnerables, la cuenca del arroyo Pantanoso. Conocido por su contaminación, inseguridad, baja conectividad, abandono y degradación social, Pantanoso se ha convertido, según las autoridades de la ciudad, en un “laboratorio de resiliencia”, un sitio del que los ciudadanos de Montevideo pronto se sentirán orgullosos. Todos los sistemas urbanos están en juego: movilidad sustentable, espacio público, preservación de humedales, manejo de desperdicios, inclusión social, prevención del crimen, entre otros.

Otro ejemplo interesante se vislumbra en la Ciudad de México, con la transformación del Parque Cuitláhuac, en la zona de Iztapalapa. Denominado por las autoridades de la ciudad como “Cuitláhuac Resiliente”, el parque de 145 hectáreas ubicado en una de las localidades más pobladas y vulnerables de la ciudad, está siendo construido en lo que fue un vertedero de desperdicios al aire libre. El Parque Cuitláhuac ha modificado diametralmente las premisas básicas de para qué sirve un parque, al concebirse como mucho más que una respuesta a la necesidad de espacio verde para el esparcimiento de las familias. El parque ha desarrollado su propio sistema de economía circular, utilizando los mismos desechos sacados del vertedero para reciclarlos y reutilizarlos en la construcción de sus caminos, sus bancas y postes de luz. Asimismo, el parque prevé la construcción de su propia planta de tratamiento de aguas negras construida con tecnologías amigables a la naturaleza. La resiliencia en Cuitláhuac se materializa al incorporar en su diseño soluciones que responden a demandas y vulnerabilidades en los diferentes sistemas urbanos: contará con la segunda más grande pista de skate del mundo; incluirá un pabellón de resiliencia sísmica para capacitar a la población de la zona que ha sido históricamente muy afectada por los temblores; tendrá un pabellón dedicado al agua, para sensibilizar a la gente sobre el uso sostenible de este recurso que tanto escasea en Iztapalapa. En suma, se apuesta a que el proyecto traiga múltiples beneficios en todos los sistemas urbanos y de allí su denominación como laboratorio de resiliencia.

Las crisis provocadas por covid-19 han demostrado que nuestros mecanismos para mejorar la vida en las ciudades pueden ser más intencionales y menos reactivos. La pandemia nos ofrece una oportunidad única en nuestra generación para restablecer el contacto entre residentes, gobiernos y empresas, elevando el compromiso para apoyar a los más vulnerables, proteger los sistemas naturales, construir una economía nueva y enfrentar juntos los retos que traiga en el futuro. La Red de Ciudades Resilientes tiene como objetivo el hacer que esto suceda.

* Director para América Latina y el Caribe, Resilient Cities Network.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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