Jeremy Rifkin mencionó que el trabajo como medio de empoderamiento social, cuestión rememorada por nuestros padres y abuelos, había llegado a su fin en el contexto de la modernidad tecnológica del capitalismo neoliberal, vigente los últimos cuarenta años. En consecuencia, actualmente el trabajo apenas garantiza el desarrollo de una actividad determinada, por lo que en la mayoría de los casos ya no implica la satisfacción de las necesidades básicas o la movilidad social, sino la supervivencia y quizá la marginación en la sociedad.
La realidad del mercado de trabajo en México es coincidente con lo anterior, y al parecer afectará la estabilidad de las estructurales sociales, económicas y políticas, por lo que el futuro del empleo se infiere caótico y con daños colaterales impredecibles para el desarrollo sustentable. Algunos datos ejemplifican el pesimismo:
1. 57% (casi 30 millones de trabajadores) de la población económicamente activa continúa en la economía informal, la mayoría en situaciones de alta precariedad salarial y situacional.
2. En lo salarial, 63% del total de ocupados ganan menos de 3 salarios mínimos diarios; y en la economía formal, el 72% está bajo este umbral.
3. 9 millones de trabajadores están en paro (desocupados y disponibles), y con prospectivas negativas de conseguir un empleo no precario.
4. Aun y cuando el empleo asalariado se ha incrementado, el 60% del mismo se aglutina en el comercio y los servicios, sectores cuyas condiciones laborales tienden a la precariedad.
5. Las brechas de género se han estancado, y la desocupación y subocupación de los jóvenes es de las más altas de América Latina, con lo que el bono demográfico se desvaneció y se transformó en otro obstáculo para el desarrollo.
6. El promedio educativo de los trabajadores es el más alto de la historia reciente de México; no obstante, la OCDE y la OIT señalan la desvinculación de las calificaciones con la obtención de un empleo estable y con perspectivas de progreso.
DR. JOSÉ JUAN CERVANTES NIÑO
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