En julio de 1986 le correspondió a este escribidor, ahora en retirada, redactar el prólogo a una edición más de la obra maestra del ilustre economista y abogado jalisciense Mariano Otero: el “Ensayo sobre el verdadero estado de la cuestión social y política que se agita en la República Mexicana”.
Dice el prólogo: Sorprende en verdad que en 1842 un joven abogado jalisciense de 25 años, con limitado y tardío acceso a las obras del pensamiento político y económico universal, y específicamente europeo, haya insistido en que “la organización de la propiedad es el principio generador de los fenómenos sociales”, que esta organización se refleja en la relación de las clases sociales, que “el cambio general debe comenzar por las relaciones materiales de la sociedad” y que “la propiedad mal repartida produce las más funestas consecuencias”.
Más sorprendente resulta si caemos en la cuenta de que esto ocurre seis años antes del Manifiesto Comunista, que podría considerarse como el nacimiento formal del materialismo histórico y del socialismo científico; y 25 años antes de la publicación del primer tomo de El Capital.
Al leer este Ensayo y reflexionar en figuras como Mariano Otero, Francisco García Salinas, Prisciliano Sánchez o Ponciano Arriaga, se alcanza a percibir cuán equivocados están quienes piensan simplemente que el liberalismo mexicano se dejó llevar de manera mecánica por el librecambismo predominante sin hacer reflexiones propias sobre la realidad nacional.
Es lo que aquí hemos llamado, en anteriores entregas: el largo e inacabable proceso de desconquista; la tarea histórica que nos dejó por 100 años más la Independencia Trigarante con su gatopardismo “avant la lettre”, al dejar intacto el régimen agrario consecuencia de la conquista violenta; y el peonaje, o sea: virtual esclavitud de los que Justo Sierra llamó “las cuatro quintas partes de los mexicanos que son parias y que no tienen derechos”.
Muy claro lo tenía Mariano Otero cuando escribió en su Ensayo: “Cuando acabo de decir que la Nación se agita por adquirir una nueva forma, se entiende muy bien que la República no puede llegar al estado de civilización sin que los diversos elementos que la componen, se cambien en la forma necesaria para ese nuevo estado”.
“Necesitamos, pues, un cambio general, y este cambio debe comenzar por las relaciones materiales de la sociedad”.
Dos figuras egregias de la inteligencia política de México han estudiado a fondo la obra visionaria de Mariano Otero; los dos de nombre Jesús: don Jesús Silva Herzog y don Jesús Reyes Heroles. Dice éste que Otero fue tan gran jurista que poco se ha reparado en su carácter de sociólogo y economista.
Ambos tuvieron siempre muy claro que nuestra herencia liberal incluía, como parte integrante, el análisis de lo social: para librarse de las funestas secuelas del viejo régimen virreinal y del subyacente orden de castas, para establecer la verdadera república.
Más de un millón de muertos costó finalmente lograr la ciudadanía para todos los analfabetos y la escolaridad (con libros) para sus hijos y nietos.
P.D. Otero murió en 1850 abatido por el cólera; tenía 33 años.