Política

Oxígeno

Esta tragedia paulatina tiene un nuevo rostro: la escasez de oxígeno. Filas y filas de personas que se recargan en un tanque esperando su turno, otras que desesperadamente peregrinan por la ciudad intentando a toda costa y coste encontrar una solución desesperada a la asfixiante enfermedad que desde hace un año se instaló en nuestras vidas.

Aquella estrategia de mantener suficiencia de camas y ventiladores para evitar a toda costa escenas de personas muriendo en casa, en pasillos de hospitales y hasta en la calle, fue superada ya por una realidad escalofriante. Pero ya no se siente el pánico del inicio.

Para que esto pasara, fallamos en muchas cosas. La primera responsabilidad es de los gobiernos, porque su razón de existir es precisamente enfrentar los problemas comunes, con soluciones generales. Y estas, a la luz de los resultados, no han sido efectivas. Pero fallamos también en nuestro ámbito privado. Perdimos la sensación del riesgo, relajamos la prevención, no pudimos suspender nuestros rituales y como suele pasar en las tragedias, no la consideramos propias hasta que se colaron en nuestras familias.

Pero una muestra de nuestro fracaso es que también fallamos en la solidaridad que nos hace sociedad. Recientemente leí con alegría los ejemplos de personas que recorren la ciudad llevando oxígeno a bajo costo; leí testimonios de gente de buena fe que presta tanques a personas desconocidas confiando en su honradez y aún conocemos de la energía inagotable del personal médico que no ha parado. Todo eso huele a heroísmo.

Pero ahí es donde está el problema. Este heroísmo no se parece a aquel de los sismos y los puños al aire; no se parece a las colectas y voluntariado frente a fenómenos naturales. Es un heroísmo de contraste. No es que deje de reconocer el valor de las personas que actúan con honor en la adversidad, el problema es que esto se dé mientras hay quien especula con la tragedia.

Desde la inflación indiscriminada de los precios hasta llegar a vender tanques de oxígeno industrial a personas desesperadas, estamos viendo uno de los rostros más despreciables de la condición humana. Sin explicación aparente hay quienes se han tomado la molestia de crear publicaciones falsas de empresas inexistentes para la proveeduría de un servicio que, para muchas personas, es tan vital como poder respirar.

Camus escribió en La peste: “dando demasiada importancia a las bellas acciones, se tributa un homenaje indirecto y poderoso al mal. Pues se da a entender de ese modo que las bellas acciones solo tienen tanto valor porque son escasas y que la maldad y la indiferencia son motores mucho más frecuentes en los actos de los hombres.”

Es tiempo de convertir lo que hoy es heroico en cotidiano, y la vergonzosa rapiña en deleznable. Exijamos a nuestros gobiernos un mínimo de regulación, didáctica y orden. Hagamos de la colaboración, solidaridad y sentido del bien común una práctica de vida en sociedad.

En serio, acudamos a la decencia. Rechacemos este festival del individualismo voraz. Si algo estamos aprendiendo de esta pandemia es que no existe camino en solitario para salir de las tremendas crisis que tenemos encima.

Y ya para cerrar esta reflexión, tomo prestada esta cita del gran Fernando Del Paso: “¿y de qué sirve un mundo único y personal, Palinuro, cuando se supone que hemos nacido para compartir nuestra vida y apacentar juntos nuestros sueños, cuando se supone que estamos aquí no sólo para compartir los caracoles y la cerveza, sino también nuestras risotadas, nuestras guerras de colores y nuestras filosofías huecas?”

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Ernesto Gutiérrez
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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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