Durante el año pasado se llevaron a cabo una serie de acciones para evidenciar el grave problema del abasto y la calidad del agua que padecemos cerca de cinco millones de personas que coincidimos en el Área Metropolitana de Guadalajara (AMG).
Hay datos que ilustran la tragedia y que, si se repiten, es porque no pierden vigencia o validez, incluso porque al mantenerse, hacen insostenible una crisis que se aborda con demasiado optimismo. Un tercio del agua que pasa por la red de suministro se desperdicia por el estado deplorable de las tuberías, cuyas fugas no se atienden. Por otro lado, miles de personas carecen del servicio, cayendo en una de las más brutales muestras de desigualdad que podamos ver. Los constantes cortes a colonias populares dejan en el abandono a miles de familias que, incluso por semanas, no pueden cubrir necesidades tan básicas como las del aseo. Metales, organismos perjudiciales para la salud pública ponen en riesgo a las personas que la consumimos, violando la norma mexicana y negando la potabilidad que debe tener el líquido, y por el que se cobra. El estado de las finanzas del SIAPA es alarmante, no sólo por la cartera vencida, sino por un modelo que, exitoso en su tiempo, parece haberse abandonado deliberadamente.
Todo eso fue el año pasado, con movilizaciones, recomendaciones, exhortos y finalmente una comparecencia en que se mostró de cuerpo completo la capacidad, voluntad y pericia de quienes se encargan del tema del agua en el AMG, en el Congreso hubo avances al demostrar que confrontar, desde las ideas siempre y en un ambiente de rendición de cuentas, a los servidores públicos y los representantes populares representan actos verdaderamente republicanos y democráticos. Los acuerdos dieron sus frutos: un reporte detallado de la condición del servicio, la creación de una comisión legislativa especial para atender el tema y la promesa de un análisis presupuestal a fondo para al fin dotar de recursos al asunto. Pero de nuevo, la capacidad, voluntad y pericia de quienes se encargan del tema del agua en el AMG es insuficiente, el reporte tiene severas omisiones y carencias que hacen creíble sus argumentos que parecen excusas. Ayer se llevó a cabo un panel de especialistas que responden a la duda que originó el debate y que la autoridad no ha sabido, querido compartirnos: ¿qué hacer para que el agua de la llave sea potable? La respuesta no debe ser sencilla porque de serlo el cinismo por aplicar la respuesta habría detonado en exigencias más duras desde hace mucho. Pero seguimos en un punto de partida de una crisis que nuevamente se hará presente en los cada vez más despiadados días de estiaje, de calor extremo, de sed de cinco millones de voces que, en días de campaña escucharemos, otra vez la urgencia por el agua potable en el AMG.
El tiempo sigue corriendo y la ciudad clama por agua mientras corre debajo de nuestros pies y lo hace sucia, apestosa y llena de enfermedad, mientras escasea a pesar de que nos digan que la nueva presa nos dotará del líquido por apenas cincuenta años más. Cada vez costará más traer agua de más lejos mientras se sigue desperdiciando. Una presa es una solución indiferente para quien tarda tres semanas en lavar su ropa gracias a una pipa intermitente, paliativa, cándida por presentarse como una solución.
Retomemos el debate, no es entretenernos simplemente con “algo del agua” sino una de las agendas más urgentes para la ciudad, y que definirá el futuro de cinco millones de personas que todos los días, invariablemente, necesitamos agua potable.