En abril, el Rector General adelantó que la última edición de la Feria Internacional del Libro que acaba de terminar estaría dedicada a la memoria de su fundador, Raúl Padilla López. No estaba equivocado. Durante varios días, en diversos foros, escritores, académicos, directivos universitarios y opinadores resaltaron el papel de la FIL como factor determinante de la cultura nacional y la visión de su creador, sin dejar de lado, claro, el titánico esfuerzo de la comunidad universitaria por darse a sí misma y a la sociedad, uno de los eventos más destacados en el habla hispana.
No es cualquier cosa reunir a tantas figuras del mundo de la literatura y la intelectualidad en torno a un espacio que busca celebrar a los libros e inculcar siempre, el gusto por la lectura y el saber. La FIL sigue siendo el espacio donde se abordan los grandes temas de la vida nacional, no solo por su importancia política, sino por la construcción de agendas y diversidad de asuntos que resultan urgentes para nuestro país y el mundo entero. Año con año la presentación de libros, la celebración de espacios de discusión académica perfila lo imprescindible, lo que no podemos dejar de lado.
La FIL cerró con cifras nunca antes vistas y mostró su fortaleza ante la ausencia de su figura central: más de 857 mil asistentes a Expo Guadalajara nos dimos cita, superando por mucho los registros de 2019, cuando la pandemia cambió mucho de nuestras vidas, el propio rector apuntó “Se ha impuesto un nuevo récord, hemos organizado la mejor FIL de la historia. Oficialmente, podemos decir que se han superado los efectos de la pandemia y que esta institución que fundó Raúl Padilla sigue funcionando con solidez y con soltura”.
Tal vez el momento más emotivo de la feria fue durante el mensaje de Villanueva en torno a la ausencia de Raúl Padilla, retomando fragmentos de uno de sus libros más citados y emblemáticos, el rector nos regaló un momento lleno de tristeza y nostalgia como lo que hace tan entrañable El Principito. Se trató de algo que marcó lo íntimo que puede llegar a ser el impacto de un libro en cada uno de nosotros, y de cómo la ausencia de alguien también marca a los demás. Tal vez la ausencia conlleva una certeza, pero sobre todo, la obligación de hacer de la falta un testimonio de una vida, de rendir homenaje a las grandes acciones ideadas por grandes hombres.
La carta del rector representa mucho del legado de Raúl Padilla y la FIL en aquellos que vemos en las letras un lugar para encontrar respuestas y consolidar nuestras dudas, un poeta griego dijo alguna vez: “escribo para que la muerte no tenga la última palabra” y creo que el mensaje de Ricardo, en la FIL, en la primera edición sin el licenciado brinda todas las condiciones para hacer de un homenaje, un testimonio de todas y todos los universitarios de defender y seguir promoviendo a la feria, porque la feria es de todos, es un legado compartido, un compromiso con la intención de todas las sociedades por hacernos de una memoria escrita para conocer nuestros anhelos, nuestros temores, nuestros problemas y nuestras soluciones. En las letras plasmamos nuestra humanidad y la reinventamos en cada sílaba. El legado de Raúl Padilla y la FIL ya se encuentra en nosotras y nosotros.