Parece que nuestra ciudad no solo tiene las estaciones del año que todos conocemos como primavera, verano, otoño e invierno; sino que tiene “otras” estaciones que son perjudiciales a la ciudad y son la sequía, incendios y, posteriormente, inundaciones. Lo verdaderamente lamentable es el sentimiento de espera y de normalización que tenemos hacia la época, ya nos acostumbramos a sufrir las peripecias de cada temporal para luego olvidarlas y regresar al siguiente año con las mismas quejas.
Las afectaciones que hacemos a la naturaleza no cesan y cada vez son mayores, al punto de estar caminando una ruta que parece no tener retorno, en este contexto estamos por iniciar la temporada de incendios que nos recordará la importancia de los bosques, la necesidad de invertir en su cuidado, los riesgos del personal que los combate y demás consignas que parecen tener fecha de caducidad al iniciar la siguiente temporada, la de tormentas y sus respectivas inundaciones.
En la Zona Metropolitana de Guadalajara tenemos varios espacios por cuidar ya que el problema no es exclusivo del bosque de La Primavera y por mencionar algunos espacios para conservarlos está el Cerro de la Reina en Tonalá, y el bosque del Nixticuil en Zapopan.
Las preguntas surgen, unas pueden ser retóricas y otras desde la necesidad de conocer las acciones mínimas que deben hacer las administraciones en turno, ¿Cuáles son las medidas que implementarán en esta temporada de incendios? ¿Qué aprendizajes han tenido de las experiencias pasadas? ¿Cómo garantizar que el recurso destinado para esa tarea sea bien gastado? ¿Cuál es la situación en las demás regiones del estado? ¿Cuáles son las necesidades urgentes para cubrir? ¿Qué actividades preventivas se hacen para reducir el impacto de los inevitables y algunos naturales incendios? Estas y otras preguntas pueden surgir y necesitan responderse.
Pero lo más preocupante es ver en los gobiernos una actitud reactiva antes que propositiva que dé a conocer un plan previo a la temporada de fuego. El reto central debería ser uno: buscar más prevención que reduzca al mínimo posible los daños, es decir, no podemos seguir solo cuidando lo poco que tenemos.
Mientras todo eso suceda sufriremos las afectaciones de los incendios a nuestra salud, y nada menos hace una semana nos acercamos al incendio número 400, las consecuencias no dejaron de sentirse en el cielo que se cubrió con una densa capa de humo, se activó la contingencia ambiental para volver a ponernos en el modo de cada año, que son las molestias de garganta, ojos y pulmones.
Finalmente, quiero hacer un sincero reconocimiento a todas las personas de los diversos cuerpos de bomberos, protección civil, brigadistas y voluntariado que arriesgan su vida al defender los bosques aun con las limitaciones que no son pocas.
Por eso hagamos un pacto como sociedad para cambiar la dinámica de nuestra ciudad y estado, cuidar la naturaleza es apostar por nuestro futuro y el de las y los nuestros.
Ernesto Gutiérrez