El fin de semana la antifeligresía de AMLO posicionó “el chocoflan” como tendencia en Twitter, por un video en el que se ve al hijo menor del Presidente López Obrador, Luis Enrique, caminando sin cubrebocas por el lujoso hotel Princess Mundo Imperial de Acapulco.
Antes, el viernes, el gobernador de Nuevo León, Jaime Rodríguez “El Bronco” lanzó el cubrebocas challenge, para promover el uso de esta prenda de seguridad; luego se subió en ancas Francisco Javier García Cabeza de Vaca, de Tamaulipas.
Obvio, la campaña no es concientizadora, aunque algunos creyeron que sí, sino que es parte de la misiva para la destitución del rockstar de la 4T en la pandemia, Hugo López-Gatell.
Solo unos días antes, la muy tierna “seño” y secretaria de Gobernación Olga Sánchez Cordero aseguró que la unión de gobers había desistido su linchamiento; sin embargo, rápido los mandatarios estatales desmintieron a la operadora política con un “nel” y refrendaron su entusiasmo de ver caer la popular cabeza del comandante de la salud cuatroteiana.
Mientras tanto, AMLO (las denuncias y eso) pusieron en manos de la justicia a Emilio Lozoya Austin, el ex director de Pemex detenido por supuestos actos de corrupción vinculados a la empresa brasileña Odebrecht, que ya dejó daños políticos en países como Brasil y Argentina.
Lozoya ya embarró al querido tlatoani de las redes sociales, Enrique Peña Nieto, y a su ex secretario de Hacienda, Luis Videgaray, por recibir 100 millones de pesos de la firma y repartirlos en la campaña de 2012 y la adquisición de servicios de asesores, además del manejo de otros 120 millones de pesos para comprar votos de cinco senadores y un diputado para el Pacto con México, donde se aprobaron varias reformas, las más aspiracional, la Hacendaria.
El trancazo de Lozoya también llegó al némesis de AMLO, Felipe Calderón, por beneficios económicos de Etileno XXI, filial de Odebrecht. El testigo protegido habría entregado, según su declaración, 84 millones de pesos a legisladores, al secretario de finanzas de un partido político, más otros 200 millones de pesos para una reforma estructural. El sustento: recibos, un video y cuatro testigos. A ver. AMLO está por asestar el golpe más duro contra la corrupción, pero sobre todo, el más certero a sus adversarios políticos; y estos, atacando a un morro y poniéndose cubrebocas en Tik Tok.
